martes, 26 de diciembre de 2017

Violencia sexual, Islam e islamismo en Marruecos /




MI  TRADUCCIÓN DEL FRANCÉS AL ESPAÑOL 
ENTREVISTA DE CLARA RIVEROS 
AL SOCIÓLOGO ABDESSAMAD DIALMY :
: Critique de la masculinité au Maroc, Collection Université et société, 
Saad Warzazi Éditions, 2009, 199 p.
(extraits):
Violencia sexual, Islam e islamismo en Marruecos / 


                     Abdessamad Dialmy, profesor universitario y sociólogo marroquí, ha sido consultado ampliamente en los meses recientes a raíz del episodio de agresión sexual de un grupo de adolescentes a una joven que se desplazaba en un autobús en Casablanca. Dialmy sugiere la problemática de fondo: el de Casablanca no fue —y no es— un hecho aislado sino que responde al arraigo de prácticas, de hábitos, de percepciones y, en últimas, a un sistema de valores que encubre la violencia hacia la mujer. Violencia que —al ser cotidiana— está tan extendida como subestimada por una parte considerable de la sociedad marroquí. Quien padece de forma permanente este contexto de violencia y agresión es, principalmente, la mujer marroquí que todavía hoy no alcanza igualdad efectiva ni ante la ley, ni en el entorno social pero, no es la única.

Clara RIVEROS: Encontré algunos casos de hombres —marroquíes musulmanes— que se involucran con mujeres occidentales y luego las descartan explicándoles que para tener una relación seria, formal, estable y afectiva solo van a considerar a una mujer musulmana. La mujer occidental es considerada como un objeto sexual y para la diversión ocasional frente al imaginario de ‘pureza’ que encarna la mujer musulmana.

Abdessamad DIALMY: En general, la mujer occidental es percibida por los marroquíes ordinarios como una mujer sexualmente fácil de conquistar, no controlada por una sociedad represiva ni inhibida por una moral sexual religiosa restrictiva. Como resultado, esta mujer es la pareja ideal para tener experiencias sexuales ricas y variadas, sin límites ni tabúes. Esta percepción masculina marroquí-ordinaria de la mujer occidental impide al hombre marroquí participar emocional y socialmente en la relación porque teme a una mujer independiente, responsable y liberada que ha dejado de ser sumisa, que puede decir no cuando se le antoja y largarse simplemente en caso de insatisfacción o incompatibilidad en la pareja. El marroquí necesita a una mujer-niña a quien puede dominar a su antojo, y la mujer occidental es una mujer adulta, especialmente a nivel sexual. Por lo tanto, él cree que una relación sexual con ella va a ser un mero desahogo o una válvula de escape. Una relación, en definitiva, considerada como sucia e impura en vista de su ilegalidad e ilegitimidad. En comparación, él piensa que la mujer musulmana, al contrario, no puede tener una sexualidad extraconyugal impura, lo cual es falso, por supuesto, ya que es solo una representación mental operativa y eficiente,  inherente y consustancial a la conducta masculina. 




C.R.: Un hombre marroquí, musulmán, adulto, formado, con un buen nivel cultural y estudios universitarios vive fuera de Marruecos. Combina sus creencias religiosas y estilo de vida musulmán con algunos ‘vicios’ de la vida occidental. Se lamenta. Cree que es un ‘mal musulmán’ porque tiene relaciones sexuales sin estar casado. No bebe alcohol. Reza. Considera que el cuerpo y el sexo son algo sucio, los repele pero los desea. Es obsesivo con la limpieza de los cuerpos (y de la casa) antes y después del sexo. Es egoísta. Solo busca saciarse. No permite que la mujer (occidental) tome la iniciativa en el acto sexual y si lo hace la cuestiona por su pasado, cree que ella sabe demasiado y le molesta. Se muestra dócil, refinado y sutil en el cortejo previo al acto sexual pero durante el sexo puede tornarse agresivo y autoritario. No acepta que le digan que no a ciertas prácticas sexuales: «pensé que eras mía y que podía hacer contigo lo que quisiera». No importa lo que ella pueda sentir o desear, no le importa si la lastima, incluso parece que lo disfruta, solo se trata de su satisfacción. Lo anterior sugiere cierto trastorno, desorden y confusión en el comportamiento del hombre musulmán.

sábado, 23 de diciembre de 2017

Observaciones sobre el relato policial





Observaciones sobre el relato policial




Es conocido el dualismo de la estructura del relato policíaco: consiste en dos historias, la del crimen y la de la investigación. La primera termina en el momento en que la segunda comienza; la primera genera la segunda, que es a su vez la crónica de como la primera ha sido realizada.

De hecho, la segunda consiste en el relato temporal y especulativamente reconstituido de la primera. Así, el lector ha de tener en cuenta dos secuencias temporales totalmente diferentes aunque contenidas dentro de la segunda historia, ya que es a partir de ésta que el lector/detective puede reconstruir y descifrar el enigma que oculta la primera historia, gracias a una hermenéutica lectoral que permite colocar las piezas del puzle en su lugar apropiado. De allí la importancia de la sagacidad del autor a suscitar y solicitar la curiosidad del lector mediante un complicado juego de seducción, haciendo del texto un espacio de placer y a la vez de intensa preocupación intelectual para que el lector "sienta" el deseo de querer saber y descubrir la verdad que es la solución del enigma.

El texto enigmático no ha de ser forzosamente un objeto sexual en la visión de R. Barthes pero sí clínico en la perspectiva del psicoanálisis. La participación del lector, en este caso, resultará ser sádica si hay identificación con el criminal o masoquista si ésta se hace con la víctima. La pareja /gratificación-frustración versus satisfacción-herida narcisista/ representa clínicamente la relación que entretiene el Bien con el Mal, esa dualidad milenaria, y el modelo religioso del enigma es el más convincente: al condenar al criminal en nombre de la ley y la moral, el juez decreta que el bien triunfa sobre el mal. En este caso el "bueno de la película" se siente aliviado y el "villano", frustrado.

La investigación criminal, llevada a cabo por el lector/detective, es en definitiva una investigación sobre nuestra propia relación con la maldad en el mundo... Si no, ¿cómo explicar esta insistente curiosidad del lector por querer descubrir cómo se cometió el crimen, quién lo hizo y qué condena se decretó al respecto? La culpabilidad o el alivio que siente el lector son pues muy reveladores... Por eso el relato policial, que es una ficción total (se trata de un mero crimen textual), resulta ser tan "real", tan sensible y creíble en la mente del lector, en su psique... Simplemente porque esto tiene mucho que ver con nuestra propia muerte… Interpretar el enigma de un crimen es, en el fondo, intentar comprender nuestra propia muerte.


Volviendo al contenido de segunda secuencia, el lector se dará cuenta que en mí Tres tristes rostros, como es habitual en mis demás relatos, no hay un detective consagrado que lleve la investigación ni un prototipo de criminal. Es siempre el propio lector quien, junto al protagonista, interpreta y descifra el enigma. El autor, es verdad, siembra falsas pistas para desorientar al lector pero éste es tan inteligente y sagaz (como lo es el mismo protagonista) que sabe distinguir entre la mentira de la "mentira" y la verdad de la "verdad". Él "ve y oye” todo lo que el autor describe y dice, pero solo "cree" lo que su intuición le dicta. Por ejemplo: unos objetos como un bisturí, unas gafas, una jeringuilla, algunas monedas, un trozo de cinta, un florero, son cosas insignificantes y sin relación directa con el crimen, pero para el lector/protagonista resultarán ser la llave misma de la solución del enigma si se adivina su función exacta. Por asociación de ideas, infiere que dichos objetos tienen más importancia que los protagonistas porque prefiguran toda la serie de asesinatos que tuvieron lugar en la periferia de Casablanca en el siglo pasado.

El detective o el lector, al resolver un enigma/crimen (el suyo), asesina ipso facto a su autor, sin el cual no existiría como tal…


Para más detalles sobre el tema, ver:

Ouarzazate, a 23 de noviembre, 2017.
Por Ahmed Oubali
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Sexualité et célibat au Maroc





MA TRADUCTION DE L'ARTICLE DE CARLA  RIVEROS, 
CONSACRÉ AU LIVRE DE SANAA  ELAJI:

                                                                                 

Sexualité et célibat au Maroc, Albouraq éditions, 2018, 424 p.

CARLA RIVEROS
Columnista en SudamericaHoy (SAH) y Directora en Análisis Político en América Latina


Sanaa El Aji (1977) est une sociologue, journaliste et écrivaine marocaine. En octobre 2016, elle soutient sa thèse de doctorat en sociologie (sciences po Aix). Le résultat de la recherche qui lui a pris six ans vient d’être publié: «la sexualité et le célibat au Maroc: les pratiques et la verbalisation». Le lancement du livre a suscité l’intérêt d’un public diversifié, ce qui a été corroboré dans l’une de ses récentes présentations dans un café culturel à Casablanca (jardin du Ritz). La réunion a été convoquée par des jeunes qui ont participé et discuté activement avec l’auteure.

L’investigation de l’AJI approche les manières de penser, de vivre et de verbaliser la sexualité dans ce cadre réglementaire restrictif que présente le pays musulman. La sociologue analyse les représentations discursives et les pratiques sociales ainsi que l’impact et l’incidence des transformations technologiques qui ont permis de nouvelles pratiques dans ce contexte restreint pour la sexualité. L’étude de Sanaa El Aji cherche à comprendre et aborder une réalité: la sexualité prémaritale existe au Maroc, bien qu’elle fasse face à une triple illégitimité —religieuse, juridique et sociale— en soulignant que l’interdiction vise exclusivement les femmes. Cette asymétrie est fixée, établie, acceptée et assumée publiquement. La femme n’est pas considérée dans sa dimension de citoyenne et d’individu libre. Il faut ajouter, cependant, que la femme a également contribué à perpétuer ce modèle de domination, en intériorisant et en concédant que le mâle est dans son droit d’expérimenter et de vivre la sexualité -dont elle est exclue- comme un moyen de réaffirmer sa masculinité et sa virilité et aussi afin d’éviter de futures relations extraconjugales une fois le mariage déclaré.

Il faut noter que le sexe avant le mariage est encore une question taboue pour une grande partie de la société marocaine et, bien sûr, pour les autorités surtout qui sont réticentes à permettre l’accès à une éducation sexuelle qui forme des citoyens libres et égaux pour la pleine sexualité, responsable et satisfaisante. L’accès à l’éducation sexuelle est refusé afin de prévenir les rapports sexuels prématurés, en ignorant que, précisément, la formation précoce peut retarder l’initiation à l’activité sexuelle et, de plus, elle permettra des éléments plus importants dans la prise de décisions par rapport à l’apparition de la vie sexuelle et les méthodes de planification, de protection et de prévention à utiliser.

Le discours public et la censure sociale ne correspondent pas souvent aux pratiques sociales. Le climat prohibitif et coercitif a stimulé la dissimulation et l’hypocrisie sociale ainsi que la recherche récurrente des palliatifs sexuels et des solutions extrêmes. Des rencontres sexuelles programmées qui se superposent à la spontanéité affective et au désir jusqu’à l’utilisation et la consommation clandestine de la pornographie et la prostitution, dans le cas des mâles ou, à l’achat de virginités artificielles, dans celui des femmes.

La dignité et la féminité sont réduites à un hymen intact. Le corps féminin a été séquestré par la société et la femme est obligée d’obéir aux exigences sociales, c’est-à-dire, à démontrer sa chasteté, sa pureté, sa dignité et sa valeur en tant que femme en préservant sa virginité ou, sinon, de subir une punition, une exposition et une dérision sociale. Tout cela a conduit à l’émergence d’un marché dédié à l’achat et à la vente de virginités artificielles. La femme peut récupérer son honneur pour quelques heures, quelques jours ou quelques semaines, selon le taux qu’elle peut et/ou est disposée à payer.


D’où cette contradiction constante et latente : il y a une double dimension dans laquelle la science, le marché et les nouvelles technologies sont impliqués: ils permettent de contourner et transgresser les normes religieuses et la censure sociale aussi longtemps que les pratiques restent cachées et clandestines, tout en permettant la survie de ce système de valeurs qui nie les libertés individuelles. Ce qui précède suggère qu’aux exigences d’ouverture politique  –adressées aux secteurs les plus conservateurs et les plus retardés du pays–  on doit ajouter le changement social  —la transformation culturelle de la société— afin de favoriser l’émergence d’une société de citoyens libres et égaux pour assumer et exercer aussi leur sexualité.