miércoles, 14 de noviembre de 2018

POÉTICA DEL DESEO.





Poética  del deseo en Camino de piedra azul,
de Almudena Tarancón.
                                                                            Por Ahmed Oubali





Aclaraciones preliminares
Este estudio recoge algunas de las observaciones que hice durante mis lecturas del poemario antes de proceder a su traducción al francés. Un estudio lingüístico previo a la traducción literaria siempre es imprescindible.
Antes de entrar en materia, conviene aclarar algunos términos para evitar inútiles polémicas.
¿Por qué hablar de poética y no de estética? Se sabe que ambas tienen la función de enriquecer la expresión de una idea ordinaria y habitual, dándole belleza, extrañeza, musicalidad, atracción e incluso arrobamiento. Ambas interrogan la forma en que se expresa el mensaje literario, además de destacar la estructura del contenido. No obstante existen importantes matices entre ellas. Grosso modo, la estética concierne la actitud del espectador o lector (reacción emotiva) ante la obra de arte, es decir, determina la perspectiva de la recepción de la obra al “valorar” lo bello, lo sensual, lo sublime e incluso lo sombrío o siniestro. En cambio, la poética se centra en la producción misma de la obra, no en su recepción. Deja pues de lado cualquier interpretación filosófica, comercial o extralingüística para mostrar exclusivamente cómo con palabras y recursos estilísticos se crean fuertes emociones, nobles o execrables sentimientos y hasta formas estéticas de gran valor. Hay pues dos momentos, dos niveles en el estudio de un poema: la percepción estética es el resultado final de un laborioso trabajo que realiza la función poética mediante los recursos estilísticos y los componentes lingüísticos.
El deseo preside nuestra percepción de la realidad con más fuerza que la lógica y la razón. Por eso convoca todas las ciencias sociales en su estudio. Como instinto superior, determina nuestra forma de ser en el mundo, expresa nuestras pasiones y delirios, subsume nuestro modo de pensar y creer y, tratado en literatura y sobre todo en poesía (expresado y moldeado por esos recursos y componentes), deja de ser instinto gregario y pasa a ser sentimiento trascendental. Aquí me ciño a la definición misma expuesta en el poemario: el deseo de amar y gozar, de burlar el dolor y el sufrimiento, incluso la locura y la muerte, el deseo de ser libre, el deseo de ser poeta.
Por “poética del deseo” se entiende, respecto al poema lírico, niveles de lenguaje inconmensurables: lo vulgarmente sexual es transformado en expresión erótica de alta simbología, los preliminares de la pasión son descritos como formas de arte y la unión carnal es definida como arquetipo humano fundador, donde el placer y el goce, el intercambio emocional y la comunicación sensual juegan un papel existencial fundamental. El cuerpo es un entramado de deseos, básicamente insatisfechos por ser reprimidos y cohibidos, y la palabra expresa ese estado de forma artística y poética, transgrediendo tabúes, defendiendo el derecho del cuerpo a vivir su erotismo en sus infinitas manifestaciones. La “poética  del deseo” informa en definitiva sobre el poder de la poesía de transfigurar la realidad, idealizándola, embelleciéndola.
En este estudio, y por razones de metodología, deseo e intimidad, por mantener semióticamente una relación metonímica, son tratados como equivalentes.