SEMIÓTICA NO VERBAL 3: de lo óptico a lo háptico







De lo óptico a lo háptico en
 LAS MANOS QUE VEN



En mi relato Las manos que ven intento teorizar esta vez obre la transerotización  de la violencia psíquica que experimentan la víctima y su verdugo. Quiero que el lector viaje de lo legible o textual a lo táctil o hedónico. Para lograrlo, infrinjo  la distribución verbal de la gramática tradicional, presentando una narración cuyo único tiempo es el presente que llamo isoentrópico, forma única del verbo que subsume las demás. Sé que en práctica no es posible porque "vivir" y "escribir" se autoexcluyen. Pero es la única posibilidad de lograr un doble simulacro: incluir al lector en la historia narrada y al mismo tiempo darle protagonismo en ella. Con este nuevo paradigma narrativo, intento relacionar intrínsecamente la escritura con las artes plásticas espacio-temporales (pintura, escultura, música y danza), lo verbal con lo no verbal. Copio el concepto de las  ciencias exactas para aplicarlo en semiótica donde lo no verbal también constituye un texto, un tejido, un lienzo donde se disemina el sentido en tanto como una situación condensada, constante, cuajada, fija, congelada y que solo el lector o el espectador puede interpretar, descongelar. Lo aplico también en psicoanálisis, para asociarlo al concepto del Yo pulsional y subliminal. Simplificando, puedo decir que con este adjetivo, el sentido producido por los sintagmas en un texto tiende a permanecer constante y, de cierta forma, queda en grado cero. No se trata del grado de incertidumbre semántica que existe entre esos sintagmas sino de la sensación de que todo impacta en el instante mismo en que se realiza la narración de la acción en la mente del lector. Es el mismo efecto que reflejan todas las bellas artes en la mente del espectador. Isoentrópico (del griego: iso=igual y entropía) indica el grado de desorden de un sistema que tiende a permanecer constante, que rehúye cualquier labilidad. Como se ve, este presente pulsional o subliminal está relacionado básicamente con un sujeto que lo interpreta, un Yo primordial, el del lector o espectador que, por ello y sin saberlo, se incluye en la historia que lee, donde se transforma en protagonista. 
En la novela, el Yo explícito o ausente del narrador es en realidad y siempre el Yo del lector, porque es él quien activa el mecanismo de la narración del relato. Quien moviliza el tiempo de la lectura. Quien da fin a la historia.

Mi relato, en este sentido, viene a ser un conjunto de cuadros  donde este presente sustituye a los pretéritos, los subsume y borra de modo completo para crear el efecto citado. Así, mientras que en una narración tradicional, el lector observa  en diferido los acontecimientos narrados, en una narración isoentrópica, el lector es otro actor del relato, un actante que participa en directo en el texto, movilizando todos sus sentidos a nivel catártico. Se encuentra en la intriga, a pesar suyo. Se identifica inexorablemente con el villano o el héroe. Sufre, goza y, en cierto modo, muere. Su relación con el texto es pues instintiva y subliminal.

En Las manos que ven intento hacer que los ojos del lector no solo lean sino que toquen. Sus ojos se mutan en manos para dar lugar al tacto, sentir el deseo. Por otra parte, quiero que sus manos calquen las de los personajes y se trasformen en ojos para visualizar escenas particulares. Es lo que se llama en psicoanálisis visión háptica o arte de producir contacto físico a través de la vista o contacto visual a través del tacto. La mirada acaricia y goza y la mano ve e imagina. Lo mismo  ocurre con lo auditivo u olfativo. Cerrando los ojos, vemos mejor con los demás sentidos gracias al concepto de "phantasme" (no tiene equivalente en español) que significa visión alucinatoria o pulsión inconsciente pero real para el paciente que realiza su deseo. El contacto pulsional (besos o caricias) es más intenso. Esto crea un fuerte vínculo entre el lector y los personajes. Diría que el lector ve la forma del texto pero toca su contenido, lo disfruta. El placer del texto es inseparable del dolor que produce.
La protagonista de mi relato, Salma, ve con sus manos y las partes de su cuerpo porque es ciega. El único contacto que tiene del mundo, incluso cuando resuelve el enigma del crimen, es táctil y kinestésico. El lector asimila y siente el vínculo sadomasoquista  que muestra el deseo del asesino de violar y la repulsa de la víctima. No lee sino que ve, oye, olfatea y siente hápticamente cómo el asesino, en su incapacidad de reprimir sus perversiones, secuestra a su víctima para violarla y luego asesinarla.

El presente isoentrópico permite a la enunciación coincidir con el enunciado. En su simultaneidad. Como en una fotografía. Un sueño. Un paisaje fijo. Una alucinación. La realidad misma. Para Aristóteles el arte debe enfocarse en el significado interno de las cosas, ya que éste constituye la auténtica realidad. Habría que añadir: y ésta solo se concibe en presente pulsional o isoentrópico.

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