EROS Y TÁNATOS
EN ANTONIO MACHADO
Ahmed Oubali,
Universidad Abdelmalek Essaadi,
Tetuán.
Preámbulo
Tánatos
es un concepto mito-cultural que representa la muerte en todas sus
manifestaciones. En Más allá del principio
de placer (Wikipedia) Freud lo identifica con el principio de nirvana o
instinto de muerte. Según él, esta pulsión obra en el sujeto como un fuerte apetito
hacia el estado de tranquilidad total, el cese de la estimulación, del placer y
de la actividad, un deseo por regresar al estado inorgánico inicial, a la
muerte. El masoquismo, el sadismo y toda avidez por la destrucción son
expresiones patológicas y manifestaciones de Tánatos.
Este instinto o pulsión es irreductible
a otros instintos positivos, formando con el instinto de vida o Eros las
disposiciones básicas de todo ser vivo, y por supuesto del hombre, también.
Introducción
En este corto artículo trataré de
aquilatar en qué términos o aspectos se plasma este instinto destructivo en la
obra de Antonio Machado para determinar
la actitud del poeta ante la fe, con la intención de aportar una nueva
interpretación al tema ya tratado en profundidad por prestigiosos
investigadores.
La actitud que tenemos ante la muerte
determina en efecto si somos creyentes o no. Para un creyente la muerte es un
puente hacia la verdadera vida que es el más-allá. Para un ateo, en cambio,
todo termina con ella. No hay nada después. O mejor: hay la Nada.
Luego: ¿cuál de estas dos actitudes (la
fe o la nada) ostenta Antonio Machado ante
la muerte? y ¿qué concepción tiene de Dios, resultante de esa actitud?
La mayoría de los críticos presentan a
un Antonio Machado (abreviado aquí en AM) muy creyente y con una fuerte fe en
el más allá. Sin embargo hay indicios en
su obra que muestran a un poeta muy escéptico y demasiado agnóstico, para no
decir ateo.
Es sabido que la poesía de AM es una
búsqueda permanente del sentido de la vida y de las cosas; un largo trabajo
interior, introvertido e insondable en torno al misterio mismo de nuestra
existencia. Y es esta inquebrantable preocupación del poeta la que “crea una tensión
dialéctica entre su creación espontánea y su conciencia retrospectiva"[1].
Dado el corto espacio del presente
trabajo, intentaré mostrar brevemente cómo obra Tánatos en AM para poder desvelar
la actitud del poeta ante la muerte y la fe.
I.
La larga sombra del escepticismo en AM
¿Es AM cristiano, agnóstico o ateo?
Respecto a su formación intelectual, el
poeta alcanzó tardíamente solo una titulación universitaria que no pudo
culminar con el doctorado. Sin embargo, AM fue un activo investigador y un
continuo estudioso de las principales corrientes filosóficas contemporáneas,
hasta tal punto que las ideas de algunos autores elegidos influyeron
profundamente en su poética.
Conviene
presentar desde ahora mi hipótesis de trabajo: en relación con el tema de Dios,
AM muestra un escepticismo inequívoco. Cree más en el hombre que en las metas
escatológicas. Para él, Dios es solo un presentimiento o la nostalgia de algo
indefinido. AM es sobre todo un existencialista. Y como bien se muestra en su poema,
es un ateo insatisfecho que solo siente la necesidad de creer en Dios:
“Ayer soñé que veía a Dios y que a Dios
hablaba;
y
soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba”.
Muchos son en efecto los estudios sobre
la obra de AM que señalan como influencias impactantes las obras de Nietzsche,
Unamuno, Bergson, Kierkegaard, Heidegger y Freud. Como sabemos, Nietzsche
anuncia la muerte de Dios y Freud demuestra que la religión es una neurosis. La
concepción que tiene AM del hombre es por tanto la de un ser heterogéneo fragmentado
y situado frente a la nada, fuente de angustia y del nihilismo en su vertiente
escéptica. AM muestra una mórbida curiosidad permanente por la metafísica del
Ser y no Ser.
Esta problemática se plasma ya, como lo
notaron muchos autores, en Los
Complementarios, bajo los títulos ambiciosos de "Apuntes para una nueva
teoría del conocimiento"[2] y "Sobre
la objetividad"[3].
Aquí AM explica, cuestionando la fe, que
tiempo y espacio son meras "pseudo representaciones" y que la
objetividad no es posible “porque las conciencias individuales no pueden
coincidir con el Ser, esencialmente varío, sino con el No-Ser"[4];
porque la "objetividad, que en sí no es posible de alcanzar, es
simplemente el reverso borroso y desteñido del ser pensante. Solo existen conciencias
individuales, varias y únicas, integrales e inconmensurables entre sí y lo que
es común a todas ellas es el trabajo de desubjetivación"[5]. AM habla de perspectivismo del pensamiento...
En su obra Las adelfas[6],
encontramos más detallada esta ambivalencia entre Ser/No-Ser y Dios/La Nada, Realidad/Sueño: la
de una racionalidad socrática que persigue una verdad universal y la de una
conciencia individual, discontinua, hecha de un conjunto de experiencias
vitales, de fracasos y desengaños, donde en definitiva lo irracional prevalece
sobre lo racional. Ya en un escrito de 1938 AM opta por la desubjetivación y confiesa
su irracionalismo en estos términos: "Siempre he sido un hombre muy atento
a los propios sueños, porque ellos nos revelan nuestras más hondas inquietudes,
aquellas que no siempre afloran a nuestra conciencia vigilante"[7].
En otro apartado de Los Complementarios[8],
AM muestra explícitamente su preferencia: "El culto a lo inconsciente parece
tener hoy más devotos y oficiantes que nunca. Ellos convierten en temas de
reflexión y análisis los que fueron ayer
temas de fe, de honda creencia. Hoy
alcanzan una expresión conceptual que ayer no tuvieron"[9].
En Soledades, en el poema "EI viajero"[10],
AM expone su nihilismo: "Yo no sé leyendas de antigua alegría sino
historias viejas de melancolía". La melancolía es la resultante del
escepticismo… la pérdida de la fe o por lo menos de algo trascendental trasluce
aquí:
"Poeta ayer, hoy triste y pobre filósofo
trasnochado. Tengo en moneda de cobre el oro de ayer cambiado"[11]. Luego
concluye: "A orillas del Duero Castilla miserable, ayer dominadora
envuelta, en sus andrajos desprecia cuanto ignora como”; “La madre en otro
tiempo fecunda en capitanes, madrastra es hoy apenas de humildes
ganapanes"[12].
Son éstas confesiones poéticas
radicalmente existenciales que recuerdan la filosofía occidental del pesimismo
nihilista de los autores citados arriba y particularmente el spleen de los simbolistas y parnasianos franceses
como Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé y Verlaine.
II.
Radioscopia
de Tánatos en AM
Si la fe de AM es un evidente
espejismo, su actitud ante la muerte ha de ser radicalmente diferente de la de
un creyente, sea cristiano católico apostólico o de otra confesión. Pero en
este caso: ¿cuál es esta actitud?
Veamos primero qué peso tiene el
tema de Tánatos en la obra de AM.
Las siguientes etapas de la obra del
poeta muestran
la abrumadora y persistente presencia de Tánatos manifestándose como tema
primordial e isotopía fundamental en la vida del autor.
A- Primera
etapa: Soledades (1903/1907)
AM inicia,
según muchos autores, una estética modernista y simbolista con su obra
ampliada, “Soledades, galerías y otros poemas”. Se dice que su poesía suma la
raíz romántica de Bécquer y Rosalía de Castro, el simbolismo francés que es
sugerente y evocador, y la brillantez formal de Rubén o los parnasianos. Su
lírica, marcada por el existencialismo, es intimista; transmite sentimientos de
tristeza y hastío y llora el vacío de un tiempo sin mañana mediante numerosos
símbolos: la melancolía de las tardes otoñales, los viejos parques. Espacios a
los cuales va aproximándose el poeta a través del recuerdo, del sueño o de las
ensoñaciones. Introspección y sobriedad en el lenguaje que lo
hacen deudor de Bécquer. Usa paisajes como medios expresivos de estados de
ánimo. Pero el tema que da cohesión y
sentido a su poesía es la muerte: se repiten varios motivos
como ocaso, ataúd, vejez, la otra orilla. Además este tema se puebla de numerosos símbolos
(agua que corre, agua quieta; luz-sombra; río = vida humana – río = frontera,
vida-muerte). En la sección “Galerías”, AM se atreve a describir hasta paisajes
anímicos sin elementos naturales, para no decir macabros.
La presencia de Tánatos es pues tremendamente
recurrente y se lee en toda su poesía. Evocaré solo algunos ejemplos:
-El paso del tiempo y su
transcurso implacable: la infancia, el reloj, la tarde, el paso de
las estaciones, el agua (cuando fluye), los caminos, las galerías…. Todo corre
hacia un final inexorable, la muerte…
-La monotonía: la
noria, las campanas y campanarios, los cementerios, los cipreses, el agua
(cuando está estancada o parada: lagos, charcas, mar). Agonía temporal…
-La
nostalgia del pasado y la distorsión entre el presente y el futuro mediante
recuerdos, la tristeza, la angustia de vivir, la soledad, el desamor y el
deseo de volver a ser feliz, el aburrimiento. El léxico se caracteriza por la
abundancia de adjetivos de tipo sensorial, con construcciones de sinestesias y
el empleo de recursos fónicos como las aliteraciones y paranomasias, todo ello como
manifestaciones crueles de Tánatos.
B-
Segunda etapa: Campos
de Castilla (1912)
Obra heterogénea que
contiene poemas dedicados a Leonor, elogios y homenajes a figuras de las que AM
se considera discípulo y deudor intelectual como Valle, R. Darío, Unamuno,
Giner..., poemas filosóficos y folclóricos como “Proverbios y Cantares”, poemas
paisajísticos de contenido sentimental, de problemática noventayochista donde
aparece personificada la decadencia histórica española. Esta obra es un avance
pero no una ruptura total con lo anterior. Sigue estando presente el tema de la
Muerte (Leonor, ansias de resurrección como en “La saeta”, crímenes horrendos en
“Un Criminal” o en “La tierra de Alba González”). Hay una clara salida de las
galerías interiores del alma a favor de una mayor objetivación del paisaje y de
una reflexión teórica profunda sobre la muerte.
Aquí también la obsesiva presencia
de Tánatos se lee en toda su poesía. Evocaré algunos ejemplos:
-El
paso del tiempo. La poesía no puede pero debe
inmortalizar cosas que corren hacia su perdición, la nada, de ahí la
importancia del uso de campos semánticos como camino, viaje, etc. La temporalidad
es emoción efímera, de ahí la condena de la poesía neobarroca del 27. Poesía existencialista
que nace de un sentimiento de angustia ante el paso del tiempo, ante el dejar
de ser de las cosas, ante el olvido, ante la muerte.
-El
peso de la soledad. Toda la obra de AM es un intento de
escapar de la soledad. “Querer elevar la mirada y levantar una esperanza por
encima de la pena, aunque la Nada y la muerte estén detrás”, dice en “Otro
Viaje”.
-Los
sueños como única realidad. Éstos le sirven al poeta para
mirar hacia dentro, hacia lo que él llama las galerías del alma, espacios de
misterios donde está la realidad inexplicable de la vida.
-Solo
quedan los recuerdos. Leonor, la infancia. AM usa varias
técnicas para ilustrarlo: dialogismo (con la amada muerta y con amigos como J. M.
Palacio); auto interrogaciones; superposición de tiempos (pasado que irrumpe en
el presente, presente invadido por premoniciones); superposición de lugares (ojos
físicos contemplando el paisaje andaluz mientras el alma reconstruye el paisaje
soriano)… Todos estos recuerdos los rige y manipula Tánatos.
-Los
viajes y el viaje final. Éstos se convierten en una forma de detener el
tiempo que está entre dos puntos sin haber finalizado aún como se lee en “El horror de llegar”, y “lo molesto de la
llegada”. Es un momento propicio y único para la actividad sentimental e
intelectual. En el viaje el poeta se dedica a cuatro imprescindibles
actividades: Contemplar paisajes, observar personas, interpretar su estado de
ánimo y soñar-recordar. Sumiso a Tánatos. En espera de la muerte.
C-
Última etapa
-
Nuevas
canciones (1924)
Una obra que defraudó por su
carácter irregular. El aspecto más interesante, como lo destacan muchos
estudiosos, reside en los Proverbios y cantares. Los poemas de este libro se caracterizan técnicamente
por la influencia de la lírica popular: son breves, esenciales, con métrica de verso corto y rima
asonante y sencillez lingüística general. En lo referente a los temas aparece un nuevo personaje femenino, Guiomar, que
introduce de nuevo el tema amoroso. Pero el tema de la muerte es el más
recurrente, cristalizándose sobre todo en el recuerdo de la esposa.
-
De un cancionero apócrifo
(1926).
Esbozo del perfil de unos poetas que pudieron
existir. Cada poeta está representado por una breve biografía y un poema. Son
proyecciones del propio autor. Posibles caminos que él podría haber seguido.
Pero el poeta huye aquí del Yo y se refugia en “lo otro” y “la otredad”.
-
Juan de Mairena
(1934).
Dentro de esta obra AM teoriza sobre un
auténtico “arte poético” donde ataca al barroquismo y la intelectualidad de la
Generación del 27. Define la poesía como “palabra esencial en el tiempo”. Y el
tiempo es la otra cara de Tánatos.
-
Poesías de Guerra (1936-1937).
Recopilación
de colaboraciones a favor del bando republicano. Escritos en prosa con una elegía
a la muerte de F. García Lorca, “El crimen fue en Granada”.
En esta sucinta radioscopia pudimos
mostrar que Tánatos secuestra toda
la producción de AM. Veamos ahora
algunos ejemplos concretos de este macabro secuestro.
III.
Autopsia
de Tánatos en AM
El tema de la muerte
es consecuencia lógica de las elucubraciones de AM sobre el tiempo, inspiradas
en la lectura de Heidegger, Schopenhauer y Nietzsche. El tiempo es el que se encarga de conducirnos directa e infaliblemente a
Tánatos, el gran enterrador de la humanidad. El tiempo nos señala
inexorablemente como seres abocados a la muerte: un ser para la muerte, decían
los existencialistas. “La muerte está omnipresente, se le puede ver por doquier,
en la destrucción natural, en la guerra, en la enfermedad, en el crimen”, dice
AM en Soledades. En esta obra, como
lo especifican sus críticos, la muerte causa una profunda angustia personal (melancolía
frente al paisaje, espejismo de la fe, pérdida de identidad) y AM se
escandaliza y llega a la rebeldía con rasgos patéticos, sobre todo ante la
muerte de su esposa como lo ilustra en Campos
de Castilla: Al morir Leonor, el poeta siente una fuerte tristeza y decide abandonar
Soria, pues poco le ata a aquellas tierras, ahora que ha perdido a su mujer.
Después de los funerales celebrados en honor a Leonor, abandona todo y como un
moribundo se dirige a Madrid:
Una noche de
verano —estaba abierto el balcón y la puerta de mi casa—
la muerte en mi
casa entró.
Se fue acercando
a su lecho —ni siquiera me miró—,
con unos dedos
muy finos, algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin
mirarme, la muerte otra vez pasó delante de mí.
…
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
El poeta se siente
abandonado por Dios y decide abandonarlo
a su vez. La muerte, en vez de acercarlo a la fe, lo aleja de forma
irremediable:
“Ya estamos solos, mi corazón y el mar.”
El mar es la
inmensidad de la muerte, otra figura de Tánatos porque:
“morir ¿caer como gota de mar en el mar inmenso?
O ser lo que nunca he sido: uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza sin camino y sin espejo”.
Sin duda la muerte ha
angustiado a AM durante toda su vida por no haber encontrado precisamente respuesta
a sus desesperadas preguntas sobre Dios y la fe
Tras la muerte de
muchos de sus amigos y sobre todo la de Leonor, la búsqueda de Dios se
transforma para el poeta en un anhelo fugaz de su sed de saber y de dudar…
La muerte toma figura
de algo absurdo e injusto…
Tras lo cual AM se ve
obligado a reconocer que después de la muerte no hay nada, o hay solo la Nada, nada en oposición a la finalidad
teologal cristiana.
En sus Poesías de Guerra, AM dedica dos poemas, uno a la muerte de
Federico García Lorca “El Crimen fue en Granada” y otro a las atrocidades de la Guerra Civil en “La muerte de un niño herido.”
Mataron a
Federico cuando la luz asomaba.
El pelotón de
verdugos no osó mirarle la cara.
Todos cerraron
los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó
Federico -sangre en la frente y plomo en las entrañas-
Que fue en
Granada el crimen, sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada.
Dios no salva a nadie porque simplemente
no está… La muerte es inevitable…
A lo largo de su obra, AM utilizó varios
heterónimos, dos en particular: Abel Martín y Juan de Mairena en su De un cancionero apócrifo, que contiene
textos en poema y prosa y en los que indaga en la filosofía y la reflexión
poética. En ellos leemos la abrumadora ausencia de Dios y la dolorosa presencia
de la Nada.
Quien se vive se
pierde, Abel decía.
¡Oh distancia,
distancia!, que la estrella que nadie toca, guía.
¡Oh gran saber
del cero!, del maduro fruto sabor que sólo el hombre gusta,
agua de sueño,
manantial oscuro, sombra divina de la mano augusta...
Antes me llegue,
si me llega, el Día, la luz que ve increada,
ahógame esta
mala gritería, señor, con las esencias de tu Nada.
…
Aquella noche
fría supo Martín de soledad;
Pensaba que Dios
no lo veía, y en su mundo desierto caminaba.
…
Mas si un igual
destino aguarda al soñador y al vigilante,
a quién trazó
caminos, y a quién siguió caminos, jadeante,
a fin, sólo es
creación tu pura nada, tu sombra de gigante,
el divino cegar
de tu mirada.
…
¡Esta lira de
muerte!
Abel tendió su
mano hacia la luz bermeja de una caliente aurora de verano,
ya en el balcón
de su morada vieja.
Ciego, pidió la
luz que no veía.
Luego llevó,
sereno, el limpio vaso, hasta su boca fría,
de pura sombra
-¡oh, de pura sombra!- lleno.
Aquí vemos que Tánatos
triunfa de nuevo pero sin cristalizar un fin entendido como pasaje a otro
mundo, el de Dios. Aquí la muerte invita a otro viaje. Pero: ¿Qué viaje?
IV.
El combate final entre AM y Tánatos.
Pablo de A. Cobos dijo que el poeta
tenía una actitud de sereno estoicismo hacia la muerte de ciertas personas
conocidas[13]
y Juan Ramón Jiménez observó que Machado se adaptó como pocos a la idea de su propia muerte[14]. ¿Significa esto que AM concibe la muerte como
un simple puente hacia otra vida que no sea la de la fe y la
reencarnación? ¿Cree AM en la Nada? ¿Vence
Tánatos a Eros en ambos casos (Dios versus la Nada) o existe una tercera
perspectiva de salvación para el poeta?
En términos físicos, la muerte es definitiva,
tal como Machado la concibe cuando habla de la copa de cristal o el cuerpo
mortal en Proverbios y cantares:
¿Dices que nada
se pierde?
Si esta copa de
cristal se me rompe,
nunca en ella
beberé, nunca jamás[15].
Ahora bien: ¿Qué significa el concepto
de inmortalidad del alma para AM, sabiendo que para el poeta la muerte del cuerpo es definitiva y
no implica ninguna resurrección?
Dámaso Alonso se refiere a esta idea donde
Machado afirma creer en la dualidad de sustancias, cuerpo y alma, entreabriendo
así sin rechazarlo el problema de la inmortalidad del alma, posibilidad que no
solo no cuestiona el autor, sino que lo que rechaza es que pueda ser rechazada
tal posibilidad[16].
En varias poesías tempranas, Machado nos
da sin embargo una pista cuando describe la visión de una mañana pura que es el
principio de una nueva existencia después de la muerte. Buen ejemplo de esta visión luminosa se
encuentra en el poema XXI, donde el poeta piensa en el momento de su propia
muerte:
¡Mi hora!
Grité...
El silencio me
respondió: No temas;
tú no verás caer
la última gota que en la clepsidra
tiembla.
Dormirás muchas
horas todavía sobre la orilla vieja,
y encontrarás
una mañana pura
amarrada tu
barca a otra ribera (p. 80).
Para Dámaso Alonso, “esa mañana y esa
llegada a una nueva ribera” se las promete el poeta a él y a cada hombre. Es decir: no cabe duda de que el poeta imagina, cree,
que algo es inmortal en el ser humano, y que ese algo le espera en una
extraordinaria limpidez virginal, un nuevo día, una desconocida ribera que no
hay que confundir en absoluto con cualquier más-allá religioso.
En el poema LXX el poeta nos da más detalles:
Tú sabes las secretas
galerías del alma,
los caminos de los sueños y la tarde tranquila donde van a morir...
Allí te
aguardan las hadas silenciosas de la
vida y hacia un jardín de eterna
primavera te llevarán un día (p. 119).
Sin embargo Pablo Corbalán[17] desarrolla
una interpretación teologal interesante de la creencia del poeta en un mañana
particular. En una carta a Unamuno, recuerda el autor, Machado escribe: Algo
inmortal hay en nosotros que quisiera morir con lo que muere. Tal vez por eso
vino Dios al mundo. Pensando esto me consuela algo. Tengo a veces esperanza.
Una fe negativa también es absurda... En fin, hoy vive en mí más que nunca y algunas veces creo firmemente que la he de
recobrar (p. 1.016).
En el poema CXLIX, A Narciso Alonso Cortés, poeta de Castilla, se encuentra en efecto una
angustiosa descripción del tiempo y de su efecto corrosivo en el mundo físico.
Machado cree que el tiempo es una ilusión del pensar lógico que nos obliga a
pensar las cosas en términos de principios y fines.
Aquí, como en otras ocasiones, recuerda el
autor, Machado no se satisface con lo
que le dice la lógica y apela al pensar intuitivo del poeta que logra afrontar
el tiempo inexorable. Y aunque su existencia se ha puesto en duda durante la
Época racionalista, lo que le permite triunfar sobre el tiempo es el alma:
El
alma vence al ángel de la muerte y al
agua del olvido.
Pero: ¿Qué significa “tener fe en el
alma” para AM?
¿Alude concretamente el poeta a un más-allá religioso, como lo creen
muchos críticos, o hace referencia a un mundo donde rige la Nada y el eterno retorno de todas las cosas?
Dámaso Alonso, al que suscribo, cree que
en estos poemas se ofrece la visión de una
trasmuerte que no es equivalente en nada a la idea del cielo cristiano, sino
al de la filosofía pagana. Esto quiere decir que si Machado no se muestra abiertamente
anticristiano es porque tiene una actitud de tolerancia frente a otras
religiones.
En efecto hay un poema que algunos
críticos han señalado para demostrar que Machado no creía en una vida
sobrenatural. Se refieren al poema IV, En
el entierro de un amigo, y donde los últimos versos han ofrecido muchas
dificultades para los críticos que defienden la fe cristiana de Machado.
Después de describir el descenso del ataúd al fondo de la fosa, el poema
termina así:
Sobre la negra
caja se rompían los pesados terrones polvorientos...
El aire se
llevaba de la honda fosa el blanquecino aliento.
¡Oh tú!, sin
sombra ya, duerme y reposa, larga paz a
tus huesos...
Definitivamente, duerme un sueño tranquilo y verdadero (p.
64).
Como lo han dicho ya muchos autores, la
muerte aquí ya no presenta un problema escatológico para Machado sino más bien
panteísta ya que, según la concepción panteísta de Abel Martín (= AM),
toda esencia es eterna porque forma parte del Todo, un todo que muchos confunden
con Dios.
Ahora bien: ¿se pierde el Ser cuando desaparecen
cuerpo y alma o se integra en este Todo indivisible? Machado propone dos
soluciones en el poema XVIII citado que se intitula “El poeta”, donde
implícitamente opta por la segunda:
Morir... ¿Caer
como gota de mar en el mar inmenso?
O ser lo que
nunca he sido: uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que
avanza sin camino y sin espejo... (p.
222).
Caer como gota de mar en el mar inmenso.
El mar inmenso de la muerte. Morir sin esperanzas de reencarnación. Pero el mar
inmenso es también la totalidad de lo que Es. El mar inmenso del mundo como
mundo donde nada se pierde sino todo cambia... Este mundo nuestro, frente a la
Nada… El Ser aquí y ahora no se pierde
sino que se disuelve en el eterno retorno de todas las cosas. Si
prescindimos pues del tono retórico de las preguntas, notaremos que AM opta por
la primera solución, o por lo menos esa es mi propia impresión…
En la carta ya citada a Unamuno, Machado
expresa en efecto su esperanza no solamente de seguir existiendo como
individuo, sino de experimentar un estado de renovación espiritual. Después de
mencionar la posibilidad de que la muerte sea el fin de la vida, dice:
“Cabe otra
esperanza que no es la de conservar nuestra personalidad,
sino de ganarla. Que se nos quite la careta,
que sepamos a qué vino esta carnavalada que juega el universo en nosotros o
nosotros en Él, y esta inquietud del corazón
para qué y por qué y qué es... ¿Que dormimos? Muy bien. ¿Que soñamos? Conforme.
Pero cabe despertar. Cabe la esperanza, dudar
en fe... (p. 1.022).
“Dudar en fe”, es decir pensar en términos
de la metafísica panteísta que postula
que lo que llamamos Dios no es sino el
propio Universo con sus fuerzas naturales, tanto las del universo exterior como
las del universo íntimo del hombre. Universo donde nunca cesa el combate
entre Eros y Tánatos. Vida y Muerte son
indivisibles, las caras de la misma moneda. Dámaso Alonso, que he citado y
comentado a través de otros autores, dice que la mejor formulación de lo que
Machado creía en los últimos años se encuentra en los versos finales del poema
“Muerte de Abel Martín”. En él Machado expresa de nuevo la convicción de perder la identidad personal en el momento de
morir para ganar la del Ser como totalidad de lo que es:
Ciego, pidió la luz que no veía.
Luego llevó, sereno, el limpio vaso, hasta su boca fría,
de pura sombra -¡oh, de pura sombra!- lleno.
Aquí notamos que Mairena, hablando de la
muerte de Abel Martín, declara que su maestro estaba más inclinado hacia el
nirvana búdico que esperanzado en el paraíso de los cristianos.
¿Es entonces la actitud de Machado ante
la muerte equivalente sin equivocación al nirvana de los budistas?
Según Dámaso Alonso, el fin del poema significa
que Machado parece anhelar precipitarse en la pura Nada, o sea, la totalidad de
lo que Es. Sin fe en la reencarnación ni en el día del juicio final. Así lo
creen muchos especialistas del poeta.
Pienso,
sin embargo, que AM barajaba una tercera vía en la que creía profundamente:
La
del eterno retorno de todas las cosas.
El lector creerá legítimamente que hay
confusión y paradoja, hasta contradicción en la dualidad Muerte/Vida,
Tánatos/Eros, Nada/Eterno retorno. Porque: O todo es vano e inútil (la Nada) o
todo tiene sentido trascendental (Dios). Tal no es el caso en AM. Porque
partiendo de las premisas del existencialismo (y no olvidemos la estancia de AM
en Francia) el mundo no tiene sentido ni finalidad ni final. El Ser siendo del
mundo y de las cosas es absurdo y siendo absurdo se confunde con la Nada, no la
del Nirvana sino la del eterno retorno. O sea: si el mundo no tiene sentido y
es absurdo entonces estamos hablando de la Nada en tanto que existencia sin
esencia.
Ya Hegel[18] afirmaba
que el ser y la nada son igualmente
indeterminados porque la Nada tiene la misma falta de determinación que el Ser.
Esta idea parte de vaciar al Ser de toda referencia tras el objetivo de alcanzar
la pureza absoluta: así purificados, el
Ser y la Nada son la imagen de lo mismo. La absoluta inmediatez del Ser lo
coloca en el mismo plano que su negación y sólo en el Devenir nietzscheano podrá
surgir como un movimiento capaz de trascender la identificación de la tesis y
la antítesis.
Heidegger[19],
por su parte, sugiere pensar el problema de ‘la Nada’ desde un paradigma
diferente pero complementario: él no se pregunta por qué se afirma que hay una
Nada sino por qué no la hay. En
realidad, lo que pretende observar Heidegger es que la negación de un ente no es sino aquello mismo que hace posible la
negación. Entonces, la Nada es el ‘elemento’ sobre el cual se sostiene la
existencia y lo que lleva a descubrir el temple de la angustia. Todo esto se
refleja en la poesía de AM.
Sartre[20], posteriormente,
acepta y corrige a Heidegger sosteniendo que el Ser por el cual viene ‘la Nada’
al mundo debe ser su propia Nada, porque solo la libertad radical del hombre
permite enunciar tal afirmación. Es curiosamente la idea también de AM.
En el universo del eterno retorno todo
se confunde y se disuelve, todo se transforma y nada se pierde, tiempo y
espacio se renuevan, vida y muerte se enmarañan, la identidad individual se
muta en otredad, en el Devenir de lo mismo y de lo Diferente.
Y este mundo es, creo, el que hubiera
elegido Antonio Machado, el que ha elegido...
“Y cuando llegue
el día del último viaje,
y esté al partir
la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis
a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo,
como los hijos de la mar”.
CONCLUSIÓN
Antonio Machado, como sabemos, se ha
enfrentado a muchas muertes, desde la de su padre hasta su propia muerte. La
muerte de seres queridos como su mujer, sus profesores y compañeros lo
trastornó profundamente. Cada muerte lo sacudió de forma distinta y en
situaciones dramáticas. Interiorizó estas muertes. Las teorizó y plasmó en su poesía, como acabamos de verlo. La muerte en
definitiva lo escandalizó, lo llevó a dudar de la fe y de su propia existencia.
Desintegró al final su propio ser, cuerpo y alma, pero no su identidad que se
plasma para siempre en su obra:
porque ésta sigue interrogándonos, convocándonos y conquistando nuestra
admiración y simpatía. En el caso de
Antonio Machado, y por una vez, se puede decir que Tánatos ha perdido el
combate frente a Eros. Frente a Antonio Machado.
BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA
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VÁZQUEZ MEDEL, M.A. (1990): "Contextualización histórica del pensamiento
poético de Antonio Machado", en A. W.: Antonio Machado, Hoy., pp. 201-210.
NOTAS
[1] Macri
ORESTE; Gaetano CHIAPPINI: Antonio
Machado. Poesía y prosa. Espasa-Calpe, SA, Madrid, 1989, pág. 109.
[2] Antonio,
MACHADO: Los Complementarios. Ediciones
Cátedra, SA Madrid, 1986, págs. 127-129.
[3] Ibíd., págs. 147-148.
[4] Ibíd., pág. 129.
[5] Ibíd., pág. 148.
[6] Manuel y
Antonio, MACHADO: Las Adelfas.
Espasa-Calpe, SA, Madrid, 1981.
[7] Antonio,
MACHADO: Juan de Mairena. pág.123.
[8] Antonio,
MACHADO: Los Complementarios, Op. cit.
pp. 100-114.
[9] Ibíd., pág. 110. El subrayado es
nuestro.
[10] Antonio,
MACHADO: Poesías. Editorial Losada.
Buenos Aires, 1968, pág. 23.
[11] Ibíd., pág. 83.
[12] Ibíd., pág. 88.
[13] Pablo
de A. COBOS: Sobre la muerte en Antonio
Machado, Madrid: Ínsula, 1970, p. 22.
[14] Jiménez,
Juan Ramón: “Españoles de tres mundos”, Sur, X, 79, 1941, pp. 9-10.
[15] Antonio,
MACHADO: Obras: Poesía y Prosa,
Buenos Aires: Losada, 1973, p. 221.
[16] Alonso,
DÁMASO: “Muerte y trasmuerte en la poesía de Antonio Machado”, Revista de
Occidente, 5-6 (marzo y abril 1976), p. 18.
[17] Pablo,
CORBALÁN: “El largo éxodo y l muerte de Antonio Machado”, en: Tiempo de
Historia nº 4, marzo 1975.
[19] Sobre Heidegger, recuperado de:
[20] El ser
y la Nada de Sartre, recuperado de: https://arjai.es/2015/03/10/el-sentido-de-la-nada-en-sartre/
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