martes, 17 de septiembre de 2013

Trastorno por estrés postraumático o TEPT




Trastorno por 
estrés postraumático o TEPT



ES un trastorno mental clasificado dentro del grupo de los trastornos de ansiedad. 
Se caracteriza por la aparición de síntomas específicos tras la exposición a un acontecimiento estresante, extremadamente traumático, que involucra un daño físico y psíquico de naturaleza extraordinariamente amenazadora para el individuo.
(Lo utilicé en mi relato Amor Post mortem)

El TEPT puede desarrollarse poco después en la persona que haya sido expuesta a uno o sucesos traumáticos de índole diversa,  tales como la exposición al dolor ocasionado por una guerra vivida por un soldado, torturas, acoso sexual o amenazas de muerte inminentes. 
El diagnóstico puede salir a la luz cuando un conjunto de grupo de síntomas (como recurrentes recuerdos perturbadores, evasión o adormecimiento de recuerdos del suceso, hiperactividad) dan lugar posteriormente a flashbacks retrospectivos en la mente de la persona que lo vivió en el pasado: explosiones de imágenes inminentes sobre el evento en la mente del sujeto. 
El psiquismo, al ser incapaz de descargar una excitación tan intensa y de controlarla, origina efectos patógenos y trastornos duraderos.

Síntomas: el paciente puede padecer de uno o varios de estos efectos.
Recuerdos angustiosos recurrentes, involuntarios e intrusivos de los sucesos traumáticos.
Sueños angustiosos recurrentes en los que el contenido y/o el afecto del sueño está relacionado con los sucesos traumáticos. Reacciones disociativas (por ejemplo, escenas retrospectivas) en las que el sujeto siente o actúa como si se repitieran los sucesos traumáticos. Malestar psicológico intenso o prolongado al exponerse a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a algún aspecto de los sucesos traumáticos. 
Reacciones fisiológicas intensas a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a algún aspecto de los sucesos traumáticos. Creencias o expectativas negativas persistentes y exageradas sobre uno mismo, los demás o el mundo (por ejemplo, «Estoy mal», «No puedo confiar en nadie», «El mundo es muy peligroso», «Tengo los nervios destrozados»).
Percepción distorsionada persistente de la causa o las consecuencias de los sucesos traumáticos que hace que el individuo se acuse a sí mismo o a los demás. Estado emocional negativo persistente (por ejemplo, miedo, terror, enfado, culpa o vergüenza). Disminución importante del interés o la participación en actividades significativas. Sentimiento de desapego o extrañamiento de los demás.
Incapacidad persistente de experimentar emociones positivas (por ejemplo, felicidad, satisfacción o sentimientos amorosos). Comportamiento irritable y arrebatos de furia (con poca o ninguna provocación) que se expresan típicamente como agresión verbal o física contra personas u objetos.
Comportamiento imprudente o autodestructivo. Hipervigilancia. Respuesta de sobresalto exagerada.
Problemas de concentración. Alteración del sueño (por ejemplo, dificultad para conciliar o continuar el sueño, o sueño inquieto). Despersonalización: 
Experiencia persistente  como si uno mismo fuera un observador externo del propio proceso mental o corporal (por ejemplo, como si se soñara; sentido de irrealidad de uno mismo o del propio cuerpo, o de que el tiempo pasa despacio).
Desrealización: 
Experiencia persistente de irrealidad del entorno (por ejemplo, el mundo alrededor del individuo se experimenta como irreal, como en un sueño, distante o distorsionado). Malestar psicológico intenso o prolongado al exponerse a factores internos o externos que simbolizan o se parecen a un aspecto de los sucesos traumáticos. Reacciones fisiológicas importantes a los recordatorios de los sucesos traumáticos.

Tratamiento
Entre los medicamentos utilizados se cuentan los antidepresivos, ansiolíticos y estabilizadores del ánimo, entre otros. 
En algunos casos pueden utilizarse los antipsicóticos atípicos.

¿QUÉ ES CRÍTICA LITERARIA?






Para mí el enfoque analítico de un texto literario equivale a denunciar, en primer lugar, la ilusión crítica que consiste en omitir al lector, en hacer como si éste no fuera, también, un lugar de enfrentamiento de significantes y significados inconscientes. No se encontrará nunca el deseo del otro si no es con el propio deseo de uno. Porque al buscar el deseo del otro, me es devuelto mi propio deseo. El "autor", que el crítico quiere sacar de las tinieblas, no es más que el objeto perdido de su deseo en su texto, un fantasma múltiple de objetos, donde pueden cristalizarse, aunque sea por un instante, nuestros propios deseos… Por eso el crítico no es sino otro personaje de la obra que se propone criticar. Siempre lo he dicho: Inutilidad de la literatura, inutilidad del ser, inutilidad de la vida…si antes no está presente esa relación de deseo, la de un sujeto en busca de su objeto valorado, un/a deseante enfrentado a un deseado/a… Conjunción/disyunción…al infinito.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

P3RV3RSIÓNS3CR3TA





PERVERSIÓNSECRETA



Sinopsis

Relato de una emigrante de cuarenta años que vive ahora sola y cómodamente en  Londres. Narra un acontecimiento singular de su infancia. El lector debe distinguir entre dos voces opuestas que se entremezclan, dos perspectivas existenciales: la de una menor secuestrada y la de una mujer  madura y  ahora  libre.

                                                                               …

Mi infancia fue secuestrada. Tenía trece años cuando viví una de las tragedias más pavorosas para una niña de esa edad: el psicópata pedófilo que me raptó una noche de verano no vaciló en intentar violarme antes de proceder a asesinarme…

 

Por aquel entonces ya habían desaparecido misteriosamente varias niñas, al salir de clase y emprender el largo camino de vuelta a casa. Teníamos que recorrer a pie diariamente muchos kilómetros para llegar al único colegio destartalado y vetusto de la aldea, contiguo a la placeta del zoco y opuesto a las dos deterioradas tiendas de comestibles donde nos complacía comprar caramelos y chicles durante el recreo. La gendarmería concluyó, tras muchas pesquisas infructuosas, que el lunático operaba durante el día del zoco semanal, donde aprovechaba el ajetreo y la inatención general para secuestrar a sus víctimas y abusar de ellas. La maestra nos exhortó solemnemente a evitar entretenernos con extraños y a estar siempre acompañadas al volver a casa. Recuerdo que a esa edad, siendo yo una niña frívola, no me lo tomaba tan en serio, pero sí acataba consecuentemente todas las recomendaciones para evitar lo irreparable: ir al cole con Munir, el hijo de nuestro vecino, el rico y generoso granjero, a quien mi padre ayudaba en sus tareas agrícolas y volver los jueves a casa con tío  Yalal.  Munir era travieso e indómito pero muy afectuoso conmigo.

Antes de narrar el desenlace funesto y tétrico de aquel mancillado secuestro, conviene detallar ahora, después de tantos años, las circunstancias en que todo ocurrió.

 

El pueblo estaba aislado, sin ninguna comodidad elemental, con irrisorias casas de adobe y una población mayormente de ancianos, debido a la masiva emigración y al éxodo rural de los jóvenes. Vivíamos mi padre y yo en una pobreza y precariedad inhumanas, como la mayoría de las pocas familias que un malvado destino confinó en aquella lúgubre e inhóspita región del Rif. Comíamos a menudo en el pesebre del  granjero. Pero solíamos aguardar con desesperación y ahínco el jueves, día del zoco, porque el viejo Yalal, un primo materno, labrador, nos suministraba de balde huevos y hortalizas, además de las golosinas que nos traía de Melilla. Solía llegar al mercado con su anticuado y destartalado furgón para exponer su mercancía, junto a los demás agricultores que, excepcionalmente ese día, animaban y alegraban la única calle de la placeta. Tío Yalal había heredado una pequeña finca al otro lado del río donde plantaba diferentes hortalizas y criaba gallinas y algunas cabras. El pobre vivía solo y algo trastornado tras perder a su mujer y a sus dos hijos a causa de una epidemia que asoló la región durante meses. La misma plaga que se llevó también a mi madre y a mis tres hermanos, por falta de cuidados paliativos ya que  el único centro de salud más cercano estaba situado a 50 kilómetros de la aldea y los pocos enfermos que lograban llegar hasta allí lo hacían a lomo de burros, mientras que los demás agonizaban en el camino. La aldea pasó a ser, tras esas muertes y esos macabros asesinatos de niños, un pueblo oscuro y siniestro, atestado de incertidumbres y terrores, donde el destino tenía solo una cara, la de la muerte.

 

Aquel fatídico día fui con Munir al cole, como de costumbre. Teníamos planeado no separarnos en nuestro itinerario y volver siempre juntos a casa por la tarde, con o sin tío Yalal. Pero durante el recreo, sin embargo, lo perdí de vista y me devané los sesos intentando averiguar su paradero. Recuerdo que en aquella temporada me parecía muy preocupado, como si estuviera tramando algo sospechoso. Abandoné el patio y me dirigí a la tienda para comprar chicle, buscar a Munir y de paso saber si tío Yalal había vuelto, después de su larga ausencia. Me esforcé en abrir camino entre la aglomerada muchedumbre cuando de repente lo vi, presidiendo su puesto de comestibles.

 

—¡Tío Yalal!  —exclamé, alegre, pensando en la cosecha que nos traía—, no te vimos el pasado jueves, te echamos de menos en casa…

—¡Yasmín!, hija mía, pues sí, estuve muy enfermo. La edad, ya sabes. Ahora estoy mejor, hamdulah. Esta vez os traigo mercancía duplicada  —explicitó con una sonrisa de oreja a oreja, luego añadió con énfasis y brillo en los ojos—: y también la cajita de golosinas habitual. Cuando salgas del cole te llevo a casa donde dejaré vuestra compra, como de costumbre. Veo que vas sola,  ¿y Munir?

—Últimamente lo noto raro. Desapareció del recreo y no sé dónde ha ido.

—Con ese loco que anda por allí suelto, hija mía, mejor que vayas siempre acompañada  —sentenció con un rictus de disgusto en la cara. Hizo una pausa, luego añadió, en tono enigmático—: El almuédano me confió que la policía sabe quién es, me dijo que se trata de un campesino muy rico,   y  le tienen tendida   una tremenda emboscada. No digas nada a nadie. Bueno, al salir del cole, con, o  sin Munir, espérame en el furgón. Me reuniré con vosotros cuando termine de rezar y recoger mis trastos.

 

Y así fue. Al salir de clase, busqué desesperadamente a Munir. Incluso estuve al acecho cuando me metí en el furgón, estacionado a la salida del zoco. Ni rastro del joven. Momentos después, llegó tío Yalal, arrancó y salimos en tromba. Abrí entonces la caja de bombones y al ver tantas delicias, me olvidé por completo del trayecto.

Cuando paró el coche y bajamos, cuán grande fue mi sorpresa al ver que llagamos a casa de tío Yalal, en vez de la mía. “Tengo que recoger un saco de patatas para tu padre”, me explicó con una sonrisa consoladora.

 

Caminamos hacia  una cabaña que distaba mucho de su casa. Su interior mostraba un tétrico mobiliario, dos cortinas negras con deterioradas colgaduras que ondeaban ligeramente a la cabeza de una cama desordenada. Todo allí era vetusto, mohoso y grasiento. Yalal cerró la puerta, antes de cerciorarse con miradas inquisidoras de que nadie nos había seguido y, acto seguido, corrió las cortinas y encendió una lámpara.

—¿Y el saco de patatas, tío Yalal?   —pregunté desconfiada y con voz trémula.

—¡Ven!   —ordenó súbitamente en tono cavernoso,  arrastrándome con fuerza hacia la cama—. Ya eres una mujercita con muchos encantos y hoy te toca a ti descubrir por primera vez las maravillas del sexo.


Aquel cambio brusco en su actitud me dejó atónita y estuve a punto de desfallecer. En ese momento no tenía ni idea de lo que tramaba. Su sonrisa sardónica y viciosa me pareció tan horrible como la muerte misma. Recuerdo que desapareció de su rostro, como por arte de magia, toda amabilidad y dulzura que eran tan habituales en él. De hombre devoto y servicial tornó a ser un villano asqueroso. El lunático violador de niñas. Una sensación intensa de pavor se apoderó de mí cuando me empujó a la cama.

—¿Has dicho que hoy me toca a mí? —balbuceé  con el corazón desbocado—,  eso quiere decir que las niñas desaparecidas estuvieron aquí contigo y que tú, las…

 

Abrí entonces grande la boca, anonadada por la deducción que saqué.

Le sorprendió mi atrevida lucidez. Asintió al mismo tiempo con una sonrisa de triunfo.

—¿Por qué matar a niñas inocentes? —grité, desesperada e intentando liberarme de su acometimiento—,  eres un hombre devoto y respetado por todos. ¿No temes a Dios?

 —No creo que exista. El maldito destino me despojó  de todos mis  seres queridos  y ahora hasta las mujeres me rehúyen   —masculló con rabia y aspereza—, ya nada  tiene sentido ni valor en mi  vida. Solo queda la venganza. Y la mía, mi perversión secreta, consiste en  gozar y gozar,  y matar, para quedar impune.

 

En aquel entonces no podía entender con claridad a qué se refería pero sí comprendí lo que me esperaba. Presa de un terror indescriptible, quise esquivar el irreprimible temor a ser violada pero me tenía encerrada a cal y canto y, en mi inflamada imaginación de niña secuestrada, me vi mancillada, estrangulada y enterrada, como lo fueron mis compañeras. Comprendo ahora cuán estúpida fui al confiar ciegamente en aquel aterrador pedófilo criminal.

 

Mientras me arrancaba brutalmente el uniforme del cole, una blusa azul, para desnudarme, noté, en fracciones de segundos, varios detalles macabros: en la cabaña no había cripta alguna pero mi atención se centró en un objeto sobre el entarimado, en un ángulo, apenas visible, acariciado por la tenue luz de la lámpara. Mi mirada procesó netamente una chancla blanca que reconocí de inmediato: era de mi vecina y compañera de clase, Saída, desaparecida tres semanas antes. Vislumbré que el entarimado había sido removido, debido a minúsculas protuberancias de barro y distinguí también algunas manchas que parecían ser sangre coagulada. Aquella escena me produjo un nudo atroz en el estómago y mi cabeza empezó a dar vueltas, no solo porque el hombre me estaba entonces arrancando el sostén y las bragas para estrujar mi intimidad sino también por lo que revelaban esas manchas. ¡Saída enterrada debajo de ese barro! También los desgraciados cuerpos violados de mis otras compañeras. Aquellas escenas adquirieron en mi  imaginación proporciones dementes. Las caricias sicalípticas y los exaltados jadeos de la bestia interrumpieron mi ensimismamiento y volví a la realidad para defenderme, sin lograrlo. Mi corazón seguía latiendo más aprisa. Parecía explotar en mi pecho. Empecé a sofocar. Supliqué, lloriqueé, prometí no delatarle, concedí cosas. De nada me sirvió. La bestia estaba decidida a llegar a su propósito. Me percaté entonces de otro macabro hecho: las malogradas estaban todas enterradas muy cerquita de donde yo me hallaba. ¡Mi turno era inminente!

 

Aún recuerdo cómo su demente y ardiente mirada recorría con fruición mi cuerpo desnudo de niña, rehén en sus garras, y cómo sus ojos saltones de chiflado se fijaban en mi temblorosa entrepierna.  Me aterró adivinar el impetuoso y vil deseo que lo excitaba. Cubrí la cara con mis manos y mantuve juntas mis piernas firmemente inmovilizadas.

 

Acercó entonces su asqueroso rostro al mío, lo estregó violentamente contra mi cuello y mi pecho y su pestilente aliento me revolvió las tripas, mientras que sus execrables manos me estrujaban los pezones y se deslizaban por mis muslos, hacia mi intimidad. Intenté liberarme dando puñetazos y coces, prorrumpí de nuevo en llantos quedos e intermitentes, en gritos, sofocados por sus garras de salvaje animal. De nada me sirvió. Mi alma de niña indefensa se quebró de espanto cuando pasó a acariciar mi pecho, antes de introducir en mi boca su asqueroso pulgar y obligarme a chuparlo. Aproveché ese momento y le hinqué los dientes con tanta fuerza que profirió un alarido de bestia herida, echándose atrás, instante que aproveché para escapar. Logré llegar a la puerta y girar el pomo para salir. Estaba cerrada. Me volví y entonces vi aterrorizada que esgrimía ahora una navaja automática, contrayendo y dilatando las pupilas. Me arrastró de nuevo a la cama, donde me cortó de sopetón mis trenzas doradas que arrojó en dirección de la chancla de Saída, sin dejar de farfullar lo que pretendía hacerme. Exhaló un profundo jadeo mientras me constreñía el pubis y su rictus me dio a entender la tragedia que me aguardaba. Grité palabras de socorro, susurré algunas aleyas... De nada sirvió. Siguió amenazándome con la navaja al mismo tiempo que procedía a violarme. Volví a debatirme como una fiera, presa de rabia y desesperación… Aborrecí con desprecio aquella ultrajante y cobarde agresión. Entonces la punta del cuchillo me desgarró ligeramente la ingle al intentar él separarme las piernas. Sentí una profunda pinzada de dolor. Al ver cómo lamía mi herida con excitación, me sumergí en un pesado sopor mientras que su cuerpo satánico se abatía sobre mí, para embestirme. 

Perdí el conocimiento.

 

  más tarde unas furtivas pisadas que atribuí a una probable alucinación.

Presté el oído de nuevo  e intuí que no era un imaginario sonido sino un ruido real de un gozne que chirria mientras que un haz de luz pasaba culebreando por la hoja de la ventana y una sombra fugaz e indefinida se dibujaba en el alféizar. Al mismo tiempo, alguien forzaba la puerta, la echó abajo e irrumpieron en la estancia Munir y dos gendarmes armados, quienes inmovilizaron al psicópata. Luego entraron  otros agentes para inspeccionar el lugar y desenterrar a los cadáveres, siguiendo mi  indicación.

—Te busqué al salir de clase y un compañero me informó que tío Yalal te llevaba a casa   —explicó el joven, abrazándome, emocionado—. Pero al llegar yo a casa, encontré a tu padre preguntando por ti.  Alertamos entonces  a la policía y  aquí me tienes.

—Oh, Munir,  mi campeón, te debo la vida   —exclamé, sollozando felizmente.

Ya  de  vuelta a casa y sentados a gusto en el asiento trasero del coche policial:

—¿Nada grave, Yasmín? —tartamudeó angustiado el chico, pasándome el brazo por el hombro, en señal de consuelo—,  ya sabes a qué me refiero.

—No te preocupes, sigo virgen… Pero dime, querido bandido angelito  salvador: ¿sigue vigente tu  descabellada  petición matrimonial para cuando seamos adultos?

En vez de contestar, me besó tiernamente. Recuerdo que me ruboricé como un tomate porque aquel era mi primer beso, mi primer amor. 

En cuanto al agente que nos acompañaba a  casa,  recuerdo también cómo nos espiaba por el retrovisor, sin poder reprimir una sonrisa cómplice de admiración y solidaridad. 

 

Le costaba creer, ahora que me lo pienso, que unos niños inocentes pudieran ser protagonistas de una tragedia de tales dimensiones y que  a esa edad estuvieran locamente enamorados. 


                                                                              FIN.


                                                                                                                AHMED   OUBALI

¿CÓMO RECONOCER A UN PSICÓPATA?





LA MENTE DEL PSICÓPATA 
(Antes de convertirse en un asesino)





Una simple pericia psiquiátrica mostrará ciertas características:
-Psicológicas =Falta de empatía (no sabe ni entiende que los demás sufren y necesitan compasión); es malvado y cruel en sus actuaciones, narcisista, desasosegado, paranoico, angustiado, impulsivos, sin remordimiento ni conciencia,ni sentimiento de culpa. Oscila entre la paranoia y la esquizofrenia.
-Comportamentales= Sabe ocultar sus malas intenciones, aparece a menudo simpático y servicial.
Es uno como Ud. y  yo = hasta impresiona por su sonrisa y amabilidad. Atractivo, conversador, ameno.
-Morales= No es feliz. Se siente humillado y resentido, frustrado e impotente, debido a una infancia cruel con serios traumas mentales, por eso busca la autogratificación, utilizando a las personas como meros objetos para realizar sus metas. Maquiavélico, una serpiente vestida y con máscara.

¿Cómo reconocerle y evitar su contacto?

No es fácil de detectar= Son personas VISIBLEMENTE amables, sociables e inteligentes. Puede ser tu propio hijo/a, un familiar, un amigo, tu esposo/a o novio/a, un vecino simpático, un político, un limpiabotas, un médico, etc. En tu entorno, aparecerá sin embargo como una persona tóxica, un manipulador, un embustero, inestable. Depredador/a, inescrupuloso/a, astuto/a, volátil.Jugará contigo como el gato con el ratón al principio y, si eres una víctima fácil de involucrar y convencer, terminará reduciéndote a un estropajo, una calamidad. 
Empezará por hacerte perder tu estima, por despreciarte y destruir tus principios morales, inculcarte sus propias ideas para someterte y anular tu razonamiento. Te demostrará que el equivocado/a y neurótico/a eres tú. Y terminarás creyéndolo. 

No llegues a ese nivel. Fíjate antes en su rostro= forzosamente lo delatarán sus ojos, su voz, su mímica, sus tics, su actitud en general. Analiza su relación contigo y te darás cuenta que te utiliza SOLO para satisfacer sus instintos viles y depravados. Desembarázate de él/ella porque, al complicarse la relación, puede convertirse en asesino/a. 
Y será demasiado tarde...

martes, 13 de agosto de 2013

LA MUERTE EN LA OBRA DE ANTONIO MACHADO










EROS Y TÁNATOS
EN ANTONIO MACHADO
                                                     
Ahmed Oubali,
Universidad Abdelmalek Essaadi, Tetuán.

Preámbulo
Tánatos es un concepto mito-cultural que representa la muerte en todas sus manifestaciones. En Más allá del principio de placer (Wikipedia) Freud lo identifica con el principio de nirvana o instinto de muerte. Según él, esta pulsión obra en el sujeto como un fuerte apetito hacia el estado de tranquilidad total, el cese de la estimulación, del placer y de la actividad, un deseo por regresar al estado inorgánico inicial, a la muerte. El masoquismo, el sadismo y toda avidez por la destrucción son expresiones patológicas y manifestaciones  de Tánatos.
Este instinto o pulsión es irreductible a otros instintos positivos, formando con el instinto de vida o Eros las disposiciones básicas de todo ser vivo, y por supuesto del hombre, también.

Introducción
En este corto artículo trataré de aquilatar en qué términos o aspectos se plasma este instinto destructivo en la obra de  Antonio Machado para determinar la actitud del poeta ante la fe, con la intención de aportar una nueva interpretación al tema ya tratado en profundidad por prestigiosos investigadores.
La actitud que tenemos ante la muerte determina en efecto si somos creyentes o no. Para un creyente la muerte es un puente hacia la verdadera vida que es el más-allá. Para un ateo, en cambio, todo termina con ella. No hay nada después. O mejor: hay la Nada.
Luego: ¿cuál de estas dos actitudes (la fe o la nada) ostenta  Antonio Machado ante la muerte? y ¿qué concepción tiene de Dios, resultante de esa actitud?
La mayoría de los críticos presentan a un Antonio Machado (abreviado aquí en AM) muy creyente y con una fuerte fe en el más allá. Sin embargo hay indicios en su obra que muestran a un poeta muy escéptico y demasiado agnóstico, para no decir ateo.
Es sabido que la poesía de AM es una búsqueda permanente del sentido de la vida y de las cosas; un largo trabajo interior, introvertido e insondable en torno al misterio mismo de nuestra existencia. Y es esta inquebrantable preocupación del poeta la que “crea una tensión dialéctica entre su creación espontánea y su conciencia retrospectiva"[1].
Dado el corto espacio del presente trabajo, intentaré mostrar brevemente cómo obra Tánatos en AM para poder desvelar la actitud del poeta ante la muerte y la fe.

I.                    La larga sombra del escepticismo en AM
¿Es AM cristiano, agnóstico o ateo?
Respecto a su formación intelectual, el poeta alcanzó tardíamente solo una titulación universitaria que no pudo culminar con el doctorado. Sin embargo, AM fue un activo investigador y un continuo estudioso de las principales corrientes filosóficas contemporáneas, hasta tal punto que las ideas de algunos autores elegidos influyeron profundamente en su poética.  
Conviene presentar desde ahora mi hipótesis de trabajo: en relación con el tema de Dios, AM muestra un escepticismo inequívoco. Cree más en el hombre que en las metas escatológicas. Para él, Dios es solo un presentimiento o la nostalgia de algo indefinido. AM es sobre todo un existencialista. Y como bien se muestra en  su poema,  es un ateo insatisfecho que solo  siente la necesidad de creer en Dios:

“Ayer soñé que veía a Dios y que a Dios hablaba;
 y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba”.

Muchos son en efecto los estudios sobre la obra de AM que señalan como influencias impactantes las obras de Nietzsche, Unamuno, Bergson, Kierkegaard, Heidegger y Freud. Como sabemos, Nietzsche anuncia la muerte de Dios y Freud demuestra que la religión es una neurosis. La concepción que tiene AM del hombre es por tanto la de un ser heterogéneo fragmentado y situado frente a la nada, fuente de angustia y del nihilismo en su vertiente escéptica. AM muestra una mórbida curiosidad permanente por la metafísica del Ser y no Ser.
Esta problemática se plasma ya, como lo notaron muchos autores, en Los Complementarios, bajo los títulos ambiciosos de "Apuntes para una nueva teoría del conocimiento"[2]  y  "Sobre la objetividad"[3].
Aquí AM explica, cuestionando la fe, que tiempo y espacio son meras "pseudo representaciones" y que la objetividad no es posible “porque las conciencias individuales no pueden coincidir con el Ser, esencialmente varío, sino con el No-Ser"[4]; porque la "objetividad, que en sí no es posible de alcanzar, es simplemente el reverso borroso y desteñido del ser pensante. Solo existen conciencias individuales, varias y únicas, integrales e inconmensurables entre sí y lo que es común a todas ellas es el trabajo de desubjetivación"[5].  AM habla de perspectivismo del pensamiento...
En su obra Las adelfas[6], encontramos más detallada esta ambivalencia entre  Ser/No-Ser y Dios/La Nada, Realidad/Sueño: la de una racionalidad socrática que persigue una verdad universal y la de una conciencia individual, discontinua, hecha de un conjunto de experiencias vitales, de fracasos y desengaños, donde en definitiva lo irracional prevalece sobre lo racional. Ya en un escrito de 1938 AM opta por la desubjetivación y confiesa su irracionalismo en estos términos: "Siempre he sido un hombre muy atento a los propios sueños, porque ellos nos revelan nuestras más hondas inquietudes, aquellas que no siempre afloran a nuestra conciencia vigilante"[7].
En otro apartado de Los Complementarios[8], AM muestra explícitamente su preferencia: "El culto a lo inconsciente parece tener hoy más devotos y oficiantes que nunca. Ellos convierten en temas de reflexión y análisis los que fueron ayer temas de fe, de honda creencia. Hoy alcanzan una expresión conceptual que ayer no tuvieron"[9].
En Soledades, en el poema "EI viajero"[10], AM expone su nihilismo: "Yo no sé leyendas de antigua alegría sino historias viejas de melancolía". La melancolía es la resultante del escepticismo… la pérdida de la fe o por lo menos de algo trascendental trasluce aquí:
"Poeta ayer, hoy triste y pobre filósofo trasnochado. Tengo en moneda de cobre el oro de ayer cambiado"[11]. Luego concluye: "A orillas del Duero Castilla miserable, ayer dominadora envuelta, en sus andrajos desprecia cuanto ignora como”; “La madre en otro tiempo fecunda en capitanes, madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes"[12].
Son éstas confesiones poéticas radicalmente existenciales que recuerdan la filosofía occidental del pesimismo nihilista de los autores citados arriba y particularmente el spleen de los simbolistas y parnasianos franceses como Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé y Verlaine.

II.                Radioscopia de Tánatos en AM
Si la fe de AM es un evidente espejismo, su actitud ante la muerte ha de ser radicalmente diferente de la de un creyente, sea cristiano católico apostólico o de otra confesión. Pero en este caso: ¿cuál es esta  actitud?
Veamos primero qué peso tiene el tema de Tánatos en la obra de AM.
Las siguientes etapas de la obra del poeta muestran la abrumadora y persistente presencia de Tánatos manifestándose como tema primordial e isotopía fundamental en la vida del autor.

A-    Primera etapa: Soledades (1903/1907)
AM inicia, según muchos autores, una estética modernista y simbolista con su obra ampliada, “Soledades, galerías y otros poemas”. Se dice que su poesía suma la raíz romántica de Bécquer y Rosalía de Castro, el simbolismo francés que es sugerente y evocador, y la brillantez formal de Rubén o los parnasianos. Su lírica, marcada por el existencialismo, es intimista; transmite sentimientos de tristeza y hastío y llora el vacío de un tiempo sin mañana mediante numerosos símbolos: la melancolía de las tardes otoñales, los viejos parques. Espacios a los cuales va aproximándose el poeta a través del recuerdo, del sueño o de las ensoñaciones. Introspección y sobriedad en el lenguaje que lo hacen deudor de Bécquer. Usa paisajes como medios expresivos de estados de ánimo. Pero el tema que da cohesión y sentido a su poesía es la muerte: se repiten varios motivos como ocaso, ataúd, vejez, la otra orilla.  Además  este tema se puebla de numerosos símbolos (agua que corre, agua quieta; luz-sombra; río = vida humana – río = frontera, vida-muerte). En la sección “Galerías”, AM se atreve a describir hasta paisajes anímicos sin elementos naturales, para no decir macabros.
La presencia de Tánatos es pues tremendamente recurrente y se lee en toda su poesía. Evocaré solo algunos ejemplos:
-El paso del tiempo y su transcurso implacablela infancia, el reloj, la tarde, el paso de las estaciones, el agua (cuando fluye), los caminos, las galerías…. Todo corre hacia un final inexorable, la muerte…
-La monotonía: la noria, las campanas y campanarios, los cementerios, los cipreses, el agua (cuando está estancada o parada: lagos, charcas, mar). Agonía temporal…
-La nostalgia del pasado y la distorsión entre el presente y el futuro mediante recuerdos, la tristeza, la angustia de vivir, la soledad, el desamor y el deseo de volver a ser feliz, el aburrimiento. El léxico se caracteriza por la abundancia de adjetivos de tipo sensorial, con construcciones de sinestesias y el empleo de recursos fónicos como las aliteraciones y paranomasias, todo ello como manifestaciones crueles  de Tánatos.

B-    Segunda etapa: Campos de Castilla (1912)
Obra heterogénea que contiene poemas dedicados a Leonor, elogios y homenajes a figuras de las que AM se considera discípulo y deudor intelectual como Valle, R. Darío, Unamuno, Giner..., poemas filosóficos y folclóricos como “Proverbios y Cantares”, poemas paisajísticos de contenido sentimental, de problemática noventayochista donde aparece personificada la decadencia histórica española. Esta obra es un avance pero no una ruptura total con lo anterior. Sigue estando presente el tema de la Muerte (Leonor, ansias de resurrección como en “La saeta”, crímenes horrendos en “Un Criminal” o en “La tierra de Alba González”). Hay una clara salida de las galerías interiores del alma a favor de una mayor objetivación del paisaje y de una reflexión teórica profunda sobre la muerte.
Aquí también la obsesiva presencia de Tánatos se lee en toda su poesía. Evocaré algunos ejemplos:
-El paso del tiempo. La poesía no puede pero debe inmortalizar cosas que corren hacia su perdición, la nada, de ahí la importancia del uso de campos semánticos como camino, viaje, etc. La temporalidad es emoción efímera, de ahí la condena de la poesía neobarroca del 27. Poesía existencialista que nace de un sentimiento de angustia ante el paso del tiempo, ante el dejar de ser de las cosas, ante el olvido, ante la muerte.
-El peso de la soledad. Toda la obra de AM es un intento de escapar de la soledad. “Querer elevar la mirada y levantar una esperanza por encima de la pena, aunque la Nada y la muerte estén detrás”, dice en “Otro Viaje”.
-Los sueños como única realidad. Éstos le sirven al poeta para mirar hacia dentro, hacia lo que él llama las galerías del alma, espacios de misterios donde está la realidad inexplicable de la vida.
-Solo quedan los recuerdos. Leonor, la infancia. AM usa varias técnicas para ilustrarlo: dialogismo (con la amada muerta y con amigos como J. M. Palacio); auto interrogaciones; superposición de tiempos (pasado que irrumpe en el presente, presente invadido por premoniciones); superposición de lugares (ojos físicos contemplando el paisaje andaluz mientras el alma reconstruye el paisaje soriano)… Todos estos recuerdos los rige y manipula  Tánatos.
-Los viajes y el viaje final.  Éstos se convierten en una forma de detener el tiempo que está entre dos puntos sin haber finalizado aún como se lee en  “El horror de llegar”, y “lo molesto de la llegada”. Es un momento propicio y único para la actividad sentimental e intelectual. En el viaje el poeta se dedica a cuatro imprescindibles actividades: Contemplar paisajes, observar personas, interpretar su estado de ánimo y soñar-recordar. Sumiso a Tánatos. En espera de la muerte.

C-    Última etapa
-          Nuevas canciones  (1924)
Una obra que defraudó por su carácter irregular. El aspecto más interesante, como lo destacan muchos estudiosos,  reside en los Proverbios y cantares. Los poemas de este libro se caracterizan técnicamente por la influencia de la lírica popular: son breves,  esenciales, con métrica de verso corto y rima asonante y sencillez lingüística general. En lo referente a los temas aparece  un nuevo personaje femenino, Guiomar, que introduce de nuevo el tema amoroso. Pero el tema de la muerte es el más recurrente, cristalizándose sobre todo en el recuerdo de la esposa.
-          De un cancionero apócrifo (1926).
Esbozo del perfil de unos poetas que pudieron existir. Cada poeta está representado por una breve biografía y un poema. Son proyecciones del propio autor. Posibles caminos que él podría haber seguido. Pero el poeta huye aquí del Yo y se refugia en “lo otro” y “la otredad”.
-          Juan de Mairena (1934).
Dentro de esta obra AM teoriza sobre un auténtico “arte poético” donde ataca al barroquismo y la intelectualidad de la Generación del 27. Define la poesía como “palabra esencial en el tiempo”. Y el tiempo es la otra cara de Tánatos.
-          Poesías de Guerra (1936-1937).  
Recopilación de colaboraciones a favor del bando republicano. Escritos en prosa con una elegía a la muerte de F. García Lorca, “El crimen fue en Granada”.

En esta sucinta radioscopia pudimos mostrar que Tánatos secuestra toda la  producción de AM. Veamos ahora algunos ejemplos concretos de este macabro secuestro.

III.             Autopsia de Tánatos en AM
El tema de la muerte es consecuencia lógica de las elucubraciones de AM sobre el tiempo, inspiradas en la lectura de Heidegger, Schopenhauer y Nietzsche. El tiempo es el que se encarga de conducirnos directa e infaliblemente a Tánatos, el gran enterrador de la humanidad. El tiempo nos señala inexorablemente como seres abocados a la muerte: un ser para la muerte, decían los existencialistas. “La muerte está omnipresente, se le puede ver por doquier, en la destrucción natural, en la guerra, en la enfermedad, en el crimen”, dice AM en Soledades. En esta obra, como lo especifican sus críticos, la muerte causa  una profunda angustia personal (melancolía frente al paisaje, espejismo de la fe, pérdida de identidad) y AM se escandaliza y llega a la rebeldía con rasgos patéticos, sobre todo ante la muerte de su esposa como lo ilustra en Campos de Castilla: Al morir Leonor, el poeta  siente una fuerte tristeza y decide abandonar Soria, pues poco le ata a aquellas tierras, ahora que ha perdido a su mujer. Después de los funerales celebrados en honor a Leonor, abandona todo y como un moribundo se dirige a Madrid:

Una noche de verano —estaba abierto el balcón y la puerta de mi casa—
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho —ni siquiera me miró—,
con unos dedos muy finos, algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme, la muerte otra vez pasó delante de mí.
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.

El poeta se siente abandonado por Dios y decide abandonarlo a su vez. La muerte, en vez de acercarlo a la fe, lo aleja de forma irremediable:

“Ya estamos solos, mi corazón y el mar.”

El mar es la inmensidad de la muerte, otra figura de Tánatos porque:

“morir ¿caer como gota de mar en el mar inmenso?
O ser lo que nunca he sido: uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza sin camino y sin espejo”.

Sin duda la muerte ha angustiado a AM durante toda su vida por no haber encontrado precisamente respuesta a sus desesperadas preguntas sobre Dios y la fe
Tras la muerte de muchos de sus amigos y sobre todo la de Leonor, la búsqueda de Dios se transforma para el poeta en un anhelo fugaz de su sed de saber y de dudar…
La muerte toma figura de algo absurdo e injusto…
Tras lo cual AM se ve obligado a reconocer que después de la muerte no hay nada, o hay solo la Nada, nada  en oposición a la finalidad teologal cristiana.

En sus Poesías de Guerra, AM dedica dos poemas, uno a la muerte de Federico García Lorca “El Crimen fue en Granada” y otro a las atrocidades de la Guerra Civil en  “La muerte de un niño herido.”

Mataron a Federico cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico -sangre en la frente y plomo en las entrañas-
Que fue en Granada el crimen, sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada.

Dios no salva a nadie porque simplemente no está… La muerte es inevitable…

A lo largo de su obra, AM utilizó varios heterónimos, dos en particular: Abel Martín y Juan de Mairena en su De un cancionero apócrifo, que contiene textos en poema y prosa y en los que indaga en la filosofía y la reflexión poética. En ellos leemos la abrumadora ausencia de Dios y la dolorosa presencia de la Nada.
Quien se vive se pierde, Abel decía.
¡Oh distancia, distancia!, que la estrella que nadie toca, guía.
¡Oh gran saber del cero!, del maduro fruto sabor que sólo el hombre gusta,
agua de sueño, manantial oscuro, sombra divina de la mano augusta...
Antes me llegue, si me llega, el Día, la luz que ve increada,
ahógame esta mala gritería, señor, con las esencias de tu Nada.
Aquella noche fría supo Martín de soledad;
Pensaba que Dios no lo veía, y en su mundo desierto caminaba.
Mas si un igual destino aguarda al soñador y al vigilante,
a quién trazó caminos, y a quién siguió caminos, jadeante,
a fin, sólo es creación tu pura nada, tu sombra de gigante,
el divino cegar de tu mirada.
¡Esta lira de muerte!
Abel tendió su mano hacia la luz bermeja de una caliente aurora de verano,
ya en el balcón de su morada vieja.
Ciego, pidió la luz que no veía.
Luego llevó, sereno, el limpio vaso, hasta su boca fría,
de pura sombra -¡oh, de pura sombra!- lleno.

Aquí vemos que Tánatos triunfa de nuevo pero sin cristalizar un fin entendido como pasaje a otro mundo, el de Dios. Aquí la muerte invita a otro viaje. Pero: ¿Qué viaje?

IV.              El combate final entre AM y  Tánatos.

Pablo de A. Cobos dijo que el poeta tenía una actitud de sereno estoicismo hacia la muerte de ciertas personas conocidas[13] y Juan Ramón Jiménez observó que Machado se adaptó como pocos a la idea  de su propia muerte[14].  ¿Significa esto que AM concibe la muerte como un simple puente hacia otra vida que no sea la de la fe y la reencarnación?  ¿Cree AM en la Nada? ¿Vence Tánatos a Eros en ambos casos (Dios versus la Nada) o existe una tercera perspectiva de salvación para el poeta?

En términos físicos, la muerte es definitiva, tal como Machado la concibe cuando habla de la copa de cristal o el cuerpo mortal en Proverbios y cantares:

¿Dices que nada se pierde?
Si esta copa de cristal  se me rompe,
nunca en ella beberé, nunca jamás[15].

Ahora bien: ¿Qué significa el concepto de inmortalidad del alma para AM, sabiendo que para  el poeta la muerte del cuerpo es definitiva y no implica ninguna resurrección?
Dámaso Alonso se refiere a esta idea donde Machado afirma creer en la dualidad de sustancias, cuerpo y alma, entreabriendo así sin rechazarlo el problema de la inmortalidad del alma, posibilidad que no solo no cuestiona el autor, sino que lo que rechaza es que pueda ser rechazada tal posibilidad[16].

En varias poesías tempranas, Machado nos da sin embargo una pista cuando describe la visión de una  mañana pura que es el principio de una nueva existencia después de la muerte.  Buen ejemplo de esta visión luminosa se encuentra en el poema XXI, donde el poeta piensa en el momento de su propia muerte:
¡Mi hora! Grité...
El silencio me respondió: No temas;
tú no verás caer la última gota  que en la clepsidra tiembla.
                            Dormirás muchas horas todavía  sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera (p. 80).

Para Dámaso Alonso, “esa mañana y esa llegada a una nueva ribera” se las promete el poeta a él y a cada hombre.  Es decir:  no cabe duda de que el poeta imagina, cree, que algo es inmortal en el ser humano, y que ese algo le espera en una extraordinaria limpidez virginal, un nuevo día, una desconocida ribera que no hay que confundir en absoluto con cualquier más-allá religioso.

En el poema LXX  el poeta nos da más detalles:

Tú sabes las secretas galerías del alma,
 los caminos de los sueños y la  tarde tranquila  donde van a morir...
Allí te aguardan   las hadas silenciosas de la vida  y hacia un jardín de eterna primavera te llevarán un día (p. 119).

Sin embargo Pablo Corbalán[17] desarrolla una interpretación teologal interesante de la creencia del poeta en un mañana particular. En una carta a Unamuno, recuerda el autor, Machado escribe: Algo inmortal hay en nosotros que quisiera morir con lo que muere. Tal vez por eso vino Dios al mundo. Pensando esto me consuela algo. Tengo a veces esperanza. Una fe negativa también es absurda... En fin, hoy vive en mí más que nunca y algunas veces creo firmemente que la he de recobrar (p. 1.016).

En el poema CXLIX, A Narciso Alonso Cortés, poeta de Castilla, se encuentra en efecto una angustiosa descripción del tiempo y de su efecto corrosivo en el mundo físico. Machado cree que el tiempo es una ilusión del pensar lógico que nos obliga a pensar las cosas en términos de principios y fines.
Aquí, como en otras ocasiones, recuerda el autor, Machado no se  satisface con lo que le dice la lógica y apela al pensar intuitivo del poeta que logra afrontar el tiempo inexorable. Y aunque su existencia se ha puesto en duda durante la Época racionalista, lo que le permite triunfar sobre el tiempo es el alma:

El alma vence  al ángel de la muerte y al agua del olvido.

Pero: ¿Qué significa “tener fe en el alma” para AM?
¿Alude concretamente el poeta a un más-allá religioso, como lo creen muchos críticos, o hace referencia a un mundo donde rige la Nada y  el eterno retorno de todas las cosas?
Dámaso Alonso, al que suscribo, cree que en estos poemas se ofrece la visión de una  trasmuerte que no es equivalente en nada a la idea del cielo cristiano, sino al de la filosofía pagana. Esto quiere decir que si Machado no se muestra abiertamente anticristiano es porque tiene una actitud de tolerancia frente a otras religiones.
En efecto hay un poema que algunos críticos han señalado para demostrar que Machado no creía en una vida sobrenatural. Se refieren al poema IV, En el entierro de un amigo, y donde los últimos versos han ofrecido muchas dificultades para los críticos que defienden la fe cristiana de Machado. Después de describir el descenso del ataúd al fondo de la fosa, el poema termina así:

Sobre la negra caja se rompían los pesados terrones polvorientos...
El aire se llevaba de la honda fosa el blanquecino aliento.
¡Oh tú!, sin sombra ya, duerme y reposa,  larga paz a tus huesos...
Definitivamente,  duerme un sueño tranquilo y verdadero (p. 64).

Como lo han dicho ya muchos autores, la muerte aquí ya no presenta un problema escatológico para Machado sino más bien panteísta ya que, según la concepción panteísta de Abel Martín  (= AM),  toda esencia es eterna porque forma parte del Todo, un todo que muchos confunden con Dios.
Ahora bien: ¿se pierde el Ser cuando desaparecen cuerpo y alma o se integra en este Todo indivisible? Machado propone dos soluciones en el poema XVIII citado que se intitula “El poeta”, donde implícitamente opta por la segunda:

Morir... ¿Caer como gota de mar en el mar inmenso?
O ser lo que nunca he sido: uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza  sin camino y sin espejo... (p. 222).

Caer como gota de mar en el mar inmenso. El mar inmenso de la muerte. Morir sin esperanzas de reencarnación. Pero el mar inmenso es también la totalidad de lo que Es. El mar inmenso del mundo como mundo donde nada se pierde sino todo cambia... Este mundo nuestro, frente a la Nada… El Ser aquí y ahora no se pierde sino que se disuelve en el eterno retorno de todas las cosas. Si prescindimos pues del tono retórico de las preguntas, notaremos que AM opta por la primera solución, o por lo menos esa es mi propia impresión…

En la carta ya citada a Unamuno, Machado expresa en efecto su esperanza no solamente de seguir existiendo como individuo, sino de experimentar un estado de renovación espiritual. Después de mencionar la posibilidad de que la muerte sea el fin de la vida, dice:

“Cabe otra esperanza que no es la de conservar nuestra personalidad,
 sino de ganarla. Que se nos quite la careta, que sepamos a qué vino esta carnavalada que juega el universo en nosotros o nosotros en Él, y esta inquietud del  corazón para qué y por qué y qué es... ¿Que dormimos? Muy bien. ¿Que soñamos?  Conforme.
 Pero cabe despertar. Cabe la esperanza, dudar en fe... (p. 1.022).

“Dudar en fe”, es decir pensar en términos de la metafísica panteísta  que postula que lo que llamamos Dios no es sino el propio Universo con sus fuerzas naturales, tanto las del universo exterior como las del universo íntimo del hombre. Universo donde nunca cesa el combate entre Eros y Tánatos. Vida y Muerte son indivisibles, las caras de la misma moneda. Dámaso Alonso, que he citado y comentado a través de otros autores, dice que la mejor formulación de lo que Machado creía en los últimos años se encuentra en los versos finales del poema “Muerte de Abel Martín”. En él Machado expresa de nuevo la convicción de  perder la identidad personal en el momento de morir para ganar la del Ser como totalidad de lo que es:

Ciego, pidió la luz que no veía.
Luego llevó, sereno,  el limpio vaso, hasta su boca fría,
de pura sombra oh, de pura sombra!- lleno.

Aquí notamos que Mairena, hablando de la muerte de Abel Martín, declara que su maestro estaba más inclinado hacia el nirvana búdico que esperanzado en el paraíso de los cristianos.
¿Es entonces la actitud de Machado ante la muerte equivalente sin equivocación al nirvana de los budistas?
Según Dámaso Alonso, el fin del poema significa que Machado parece anhelar precipitarse en la pura Nada, o sea, la totalidad de lo que Es. Sin fe en la reencarnación ni en el día del juicio final. Así lo creen muchos especialistas del poeta.

Pienso, sin embargo, que AM barajaba una tercera vía en la que creía profundamente:
La del eterno retorno de todas las cosas.

El lector creerá legítimamente que hay confusión y paradoja, hasta contradicción en la dualidad Muerte/Vida, Tánatos/Eros, Nada/Eterno retorno. Porque: O todo es vano e inútil (la Nada) o todo tiene sentido trascendental (Dios). Tal no es el caso en AM. Porque partiendo de las premisas del existencialismo (y no olvidemos la estancia de AM en Francia) el mundo no tiene sentido ni finalidad ni final. El Ser siendo del mundo y de las cosas es absurdo y siendo absurdo se confunde con la Nada, no la del Nirvana sino la del eterno retorno. O sea: si el mundo no tiene sentido y es absurdo entonces estamos hablando de la Nada en tanto que existencia sin esencia.
Ya Hegel[18] afirmaba que el ser y la nada son igualmente indeterminados porque la Nada tiene la misma falta de determinación que el Ser. Esta idea parte de vaciar al Ser de toda referencia tras el objetivo de alcanzar la pureza absoluta: así purificados, el Ser y la Nada son la imagen de lo mismo. La absoluta inmediatez del Ser lo coloca en el mismo plano que su negación y sólo en el Devenir nietzscheano podrá surgir como un movimiento capaz de trascender la identificación de la tesis y la antítesis.
Heidegger[19], por su parte, sugiere pensar el problema de ‘la Nada’ desde un paradigma diferente pero complementario: él no se pregunta por qué se afirma que hay una Nada sino por qué no la hay. En realidad, lo que pretende observar Heidegger es que la negación de un ente no es sino aquello mismo que hace posible la negación. Entonces, la Nada es el ‘elemento’ sobre el cual se sostiene la existencia y lo que lleva a descubrir el temple de la angustia. Todo esto se refleja en la poesía de AM.
Sartre[20], posteriormente, acepta y corrige a Heidegger sosteniendo que el Ser por el cual viene ‘la Nada’ al mundo debe ser su propia Nada, porque solo la libertad radical del hombre permite enunciar tal afirmación. Es curiosamente la idea también de AM.
En el universo del eterno retorno todo se confunde y se disuelve, todo se transforma y nada se pierde, tiempo y espacio se renuevan, vida y muerte se enmarañan, la identidad individual se muta en otredad, en el Devenir de lo mismo y de lo Diferente.
Y este mundo es, creo, el que hubiera elegido Antonio Machado, el que ha elegido...

“Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar”.



CONCLUSIÓN

Antonio Machado, como sabemos, se ha enfrentado a muchas muertes, desde la de su padre hasta su propia muerte. La muerte de seres queridos como su mujer, sus profesores y compañeros lo trastornó profundamente. Cada muerte lo sacudió de forma distinta y en situaciones dramáticas. Interiorizó estas muertes. Las teorizó y plasmó en su poesía, como acabamos de verlo. La muerte en definitiva lo escandalizó, lo llevó a dudar de la fe y de su propia existencia. Desintegró al final su propio ser, cuerpo y alma, pero no su identidad que se plasma para siempre en su obra: porque ésta sigue interrogándonos, convocándonos y conquistando nuestra admiración y simpatía. En el caso de Antonio Machado, y por una vez, se puede decir que Tánatos ha perdido el combate frente a Eros. Frente a Antonio Machado.



BIBLIOGRAFÍA  CONSULTADA

AVALA, F. (1975): El escritor y su imagen (Ortega y Gasset, Azorín, Valle-Inclán, Antonio Machado). Madrid, Guadarrama.
BAKEK, F. (1985): El pensamiento religioso y filosófico de Antonio Machado, recuperado de:
GARCÍA BACCA, J. D. (1984): Invitación a filosofar según espíritu y letra de Antonio Machado, Barcelona, Anthropos.
GONZÁLEZ RUIZ, J. Ma. (1975): La teología de Antonio Machado, Barcelona, Fontanella.
GULLÓN, R. - PHILLIPS, A.W. (1973): Antonio Machado. El escritor y la crítica. Madrid, Taums.
MONTERO, J. (1990): "Notas para una reconsideración de las Nuevas canciones machadianas", en A. W. (1990), IV, p. 343-355.
SÁNCHEZ BARBUDO, A. (1974): El pensamiento de Antonio Machado, Madrid, Guadarrama.
SESÉ, B. (1980): Antonio Machado (1875-1939). El hombre. El poeta. El pensador. Madrid, Gredos.
VÁZQUEZ MEDEL, M.A. (1990): "Contextualización histórica del pensamiento poético de Antonio Machado", en A. W.: Antonio Machado, Hoy., pp. 201-210.



NOTAS

[1] Macri ORESTE; Gaetano CHIAPPINI: Antonio Machado. Poesía y prosa. Espasa-Calpe, SA, Madrid, 1989, pág. 109.
[2] Antonio, MACHADO: Los Complementarios. Ediciones Cátedra, SA Madrid, 1986, págs. 127-129.
[3] Ibíd., págs. 147-148.
[4] Ibíd., pág. 129.
[5] Ibíd., pág. 148.
[6] Manuel y Antonio, MACHADO: Las Adelfas. Espasa-Calpe, SA, Madrid, 1981.
[7] Antonio, MACHADO: Juan de Mairena. pág.123.
[8] Antonio, MACHADO: Los Complementarios, Op. cit. pp. 100-114.
[9] Ibíd., pág. 110. El subrayado es nuestro.
[10] Antonio, MACHADO: Poesías. Editorial Losada. Buenos Aires, 1968, pág. 23.
[11] Ibíd., pág. 83.
[12] Ibíd., pág. 88.
[13] Pablo de A. COBOS: Sobre la muerte en Antonio Machado, Madrid: Ínsula, 1970, p. 22.
[14] Jiménez, Juan Ramón: “Españoles de tres mundos”, Sur, X, 79, 1941, pp. 9-10.
[15] Antonio, MACHADO: Obras: Poesía y Prosa, Buenos Aires: Losada, 1973, p. 221.
[16] Alonso, DÁMASO: “Muerte y trasmuerte en la poesía de Antonio Machado”, Revista de Occidente, 5-6 (marzo y abril 1976), p. 18. 
[17] Pablo, CORBALÁN: “El largo éxodo y l muerte de Antonio Machado”, en: Tiempo de Historia nº 4, marzo 1975.
[20] El ser y la Nada de Sartre, recuperado de: https://arjai.es/2015/03/10/el-sentido-de-la-nada-en-sartre/