sábado, 23 de diciembre de 2017

Observaciones sobre el relato policial





Observaciones sobre el relato policial




Es conocido el dualismo de la estructura del relato policíaco: consiste en dos historias, la del crimen y la de la investigación. La primera termina en el momento en que la segunda comienza; la primera genera la segunda, que es a su vez la crónica de como la primera ha sido realizada.

De hecho, la segunda consiste en el relato temporal y especulativamente reconstituido de la primera. Así, el lector ha de tener en cuenta dos secuencias temporales totalmente diferentes aunque contenidas dentro de la segunda historia, ya que es a partir de ésta que el lector/detective puede reconstruir y descifrar el enigma que oculta la primera historia, gracias a una hermenéutica lectoral que permite colocar las piezas del puzle en su lugar apropiado. De allí la importancia de la sagacidad del autor a suscitar y solicitar la curiosidad del lector mediante un complicado juego de seducción, haciendo del texto un espacio de placer y a la vez de intensa preocupación intelectual para que el lector "sienta" el deseo de querer saber y descubrir la verdad que es la solución del enigma.

El texto enigmático no ha de ser forzosamente un objeto sexual en la visión de R. Barthes pero sí clínico en la perspectiva del psicoanálisis. La participación del lector, en este caso, resultará ser sádica si hay identificación con el criminal o masoquista si ésta se hace con la víctima. La pareja /gratificación-frustración versus satisfacción-herida narcisista/ representa clínicamente la relación que entretiene el Bien con el Mal, esa dualidad milenaria, y el modelo religioso del enigma es el más convincente: al condenar al criminal en nombre de la ley y la moral, el juez decreta que el bien triunfa sobre el mal. En este caso el "bueno de la película" se siente aliviado y el "villano", frustrado.

La investigación criminal, llevada a cabo por el lector/detective, es en definitiva una investigación sobre nuestra propia relación con la maldad en el mundo... Si no, ¿cómo explicar esta insistente curiosidad del lector por querer descubrir cómo se cometió el crimen, quién lo hizo y qué condena se decretó al respecto? La culpabilidad o el alivio que siente el lector son pues muy reveladores... Por eso el relato policial, que es una ficción total (se trata de un mero crimen textual), resulta ser tan "real", tan sensible y creíble en la mente del lector, en su psique... Simplemente porque esto tiene mucho que ver con nuestra propia muerte… Interpretar el enigma de un crimen es, en el fondo, intentar comprender nuestra propia muerte.


Volviendo al contenido de segunda secuencia, el lector se dará cuenta que en mí Tres tristes rostros, como es habitual en mis demás relatos, no hay un detective consagrado que lleve la investigación ni un prototipo de criminal. Es siempre el propio lector quien, junto al protagonista, interpreta y descifra el enigma. El autor, es verdad, siembra falsas pistas para desorientar al lector pero éste es tan inteligente y sagaz (como lo es el mismo protagonista) que sabe distinguir entre la mentira de la "mentira" y la verdad de la "verdad". Él "ve y oye” todo lo que el autor describe y dice, pero solo "cree" lo que su intuición le dicta. Por ejemplo: unos objetos como un bisturí, unas gafas, una jeringuilla, algunas monedas, un trozo de cinta, un florero, son cosas insignificantes y sin relación directa con el crimen, pero para el lector/protagonista resultarán ser la llave misma de la solución del enigma si se adivina su función exacta. Por asociación de ideas, infiere que dichos objetos tienen más importancia que los protagonistas porque prefiguran toda la serie de asesinatos que tuvieron lugar en la periferia de Casablanca en el siglo pasado.

El detective o el lector, al resolver un enigma/crimen (el suyo), asesina ipso facto a su autor, sin el cual no existiría como tal…


Para más detalles sobre el tema, ver:

Ouarzazate, a 23 de noviembre, 2017.
Por Ahmed Oubali
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