Observaciones sobre el relato policial
Es conocido el dualismo de la estructura del relato
policíaco: consiste en dos historias, la del crimen y la de la investigación.
La primera termina en el momento en que la segunda comienza; la primera genera
la segunda, que es a su vez la crónica de como la primera ha sido realizada.
De hecho, la segunda consiste en el relato temporal y
especulativamente reconstituido de la primera. Así, el lector ha de tener en
cuenta dos secuencias temporales totalmente diferentes aunque contenidas dentro
de la segunda historia, ya que es a partir de ésta que el lector/detective
puede reconstruir y descifrar el enigma que oculta la primera historia, gracias
a una hermenéutica lectoral que permite colocar las piezas del puzle en su
lugar apropiado. De allí la importancia de la sagacidad del autor a suscitar y
solicitar la curiosidad del lector mediante un complicado juego de seducción,
haciendo del texto un espacio de placer y a la vez de intensa preocupación
intelectual para que el lector "sienta" el deseo de querer saber y
descubrir la verdad que es la solución del enigma.
El texto enigmático no ha de ser forzosamente un objeto
sexual en la visión de R. Barthes pero sí clínico en la perspectiva del
psicoanálisis. La participación del lector, en este caso, resultará ser sádica
si hay identificación con el criminal o masoquista si ésta se hace con la
víctima. La pareja /gratificación-frustración versus satisfacción-herida
narcisista/ representa clínicamente la relación que entretiene el Bien con el
Mal, esa dualidad milenaria, y el modelo religioso del enigma es el más
convincente: al condenar al criminal en nombre de la ley y la moral, el juez
decreta que el bien triunfa sobre el mal. En este caso el "bueno de la
película" se siente aliviado y el "villano", frustrado.
La investigación criminal, llevada a cabo por el
lector/detective, es en definitiva una investigación sobre nuestra propia
relación con la maldad en el mundo... Si no, ¿cómo explicar esta insistente
curiosidad del lector por querer descubrir cómo se cometió el crimen, quién lo
hizo y qué condena se decretó al respecto? La culpabilidad o el alivio que
siente el lector son pues muy reveladores... Por eso el relato policial, que es
una ficción total (se trata de un mero crimen textual), resulta ser tan
"real", tan sensible y creíble en la mente del lector, en su
psique... Simplemente porque esto tiene mucho que ver con nuestra propia
muerte… Interpretar el enigma de un crimen es, en el fondo, intentar comprender
nuestra propia muerte.
Volviendo al contenido de segunda secuencia, el lector se
dará cuenta que en mí Tres tristes rostros, como es habitual en mis demás
relatos, no hay un detective consagrado que lleve la investigación ni un
prototipo de criminal. Es siempre el propio lector quien, junto al
protagonista, interpreta y descifra el enigma. El autor, es verdad, siembra
falsas pistas para desorientar al lector pero éste es tan inteligente y sagaz
(como lo es el mismo protagonista) que sabe distinguir entre la mentira de la "mentira"
y la verdad de la "verdad". Él "ve y oye” todo lo que el autor
describe y dice, pero solo "cree" lo que su intuición le dicta. Por
ejemplo: unos objetos como un bisturí, unas gafas, una jeringuilla, algunas
monedas, un trozo de cinta, un florero, son cosas insignificantes y sin
relación directa con el crimen, pero para el lector/protagonista resultarán ser
la llave misma de la solución del enigma si se adivina su función exacta. Por
asociación de ideas, infiere que dichos objetos tienen más importancia que los
protagonistas porque prefiguran toda la serie de asesinatos que tuvieron lugar
en la periferia de Casablanca en el siglo pasado.
El detective o el lector, al resolver un enigma/crimen
(el suyo), asesina ipso facto a su autor, sin el cual no existiría como tal…
Para más detalles sobre el tema, ver:
Ouarzazate, a 23 de noviembre, 2017.
Por Ahmed Oubali
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