Este relato se divide en dos partes
bien diferenciadas, el idilio que viven Muntasir y Umaima y la repentina
desaparición de esta. El relato tiene dos caras, como la luna. Una visible y
otra oscura. Una historia de amor inolvidable y un thriller espeluznante, ambos
con una intriga que corta la respiración y sacude las tripas.
Al principio la mujer deslumbra por su
belleza y personalidad pero muy pronto la relación amorosa evoluciona en una
enfermiza obsesión por el sexo y el crimen. Cuando ella desaparece brutalmente
sin dejar rastro, tanto el protagonista como el lector sienten una profunda
sensación de frustración y también una alevosa tentación por saber…
Gracias a un elaborado juego de
identidades, donde el lector, y no el protagonista, descubre el engaño urdido
por Miryem, la narración logra mantener el suspense hasta el desenlace. Cuando
a su vez el protagonista descubre la añagaza y logra reconstituir la trama
criminal que antes ignoraba, se pasa entonces de una historia de amor a la perpetración de un asesinato que se
convierte, poco a poco, en un crimen perfecto.
El lector encontrará varios registros
literarios a la vez en Perfidia de áspid. Pero se trata fundamentalmente de un
tenebroso crimen, un estudio sobre las formas de la maldad, cuyos sucedáneos
son el deseo, lo bello y lo siniestro, el misterio y la angustia, todo ello
ilustrado con un vaivén permanente entre atracción y repulsión, fascinación y
muerte.
En cuanto al protagonismo de las
serpientes en el relato, se notará que sus movimientos y desplazamientos
sinuosos recuerdan la espiral cuya función es reproducir las pleamares de la
vida, orquestadas por la muerte. De hecho, la espiral es la estructura ósea del
relato y su objetivo es magnetizar al
lector y provocar en él sensaciones de profundo malestar existencial,
ambivalencias frente al objeto deseado, amor enfermizo, mareos y ensoñaciones.
Relato negro, nigérrimo, como la propia
existencia, en su esencia vital.
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