Escribir permite mentir, jugar con las palabras, inventar mundos posibles, borrar la línea entre lo verdadero y lo falso, donde la verdad es mentira y la mentira, verdad. Jugar al psicodrama y a la catarsis es la función fundamental de la literatura: nos permite soportar el aplastante peso de la realidad, espacio donde se reflejan todas las tragedias del mundo. La ficción, ella, es el oxígeno -el opio del pueblo-, la única, y sin duda, la mejor estratagema de burlar a la muerte -temporalmente.
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jueves, 13 de abril de 2017
RELATO NIGÉRRIMO INFINITESIMAL
RELATO NEGRO DE UN GATO NEGRO.
viernes, 7 de abril de 2017
CERVANTES NEGRO
CERVANTES NEGRO
Muchos no lo van creer pero para mí el padre de la novela de género negro es Cervantes.
Juzguen por el resumen de mi artículo sobre esta hipótesis publicado en la Web:
Dos muchachos se escapan de sus casas y por el camino de Toledo a Andalucía se encuentran, se hacen amigos y con sus aventuras y desventuras se les conocerá más tarde como Rinconete y Cortadillo. Abandonaron sus casas porque sus familias los maltrataban, y para subsistir, tienen que infringir la ley robando, haciendo trampas con las cartas y engañando a muchas mujeres inocentes. Integran una banda de mafiosos para controlar el comercio y las prostitutas de la ciudad.
En ese artículo revelo todos los ingredientes de la intriga de este thriller avant la lettre.
jueves, 6 de abril de 2017
MI TEORÍA DEL RELATO
¿Por qué escribo relatos?
Mi teoría del relato la expuse en una
entrevista que le concedí a la escritora
y poeta Nuria Ruiz Fernández en Algeciras (ver enlaces), tras la reedición de
mi primer libro Chivos expiatorios y
otros relatos, publicado por Cultiva Libros y en venta por Amazon.
Escribir relatos es sin duda tan
difícil como escribir novelas.
Porque no es fácil zanjar diferencias
existentes entre cuento, novela corta, relato y novela larga. Porque una
novela, corta o larga, es un conjunto de cuentos y relatos que bifurcan y se
entremezclan.
El relato es una narración breve,
destinada a un auditorio preciso. Si narra además acontecimientos particulares,
se transforma en novela corta. Si complicamos la trama de esta, obtendremos lo
que se llama una novela larga: muchos personajes y muchos episodios que
solicitan más atención del lector y movilizan más su interpretación. Si, por
último y al revés, reducimos sustancialmente esta novela, estaremos de nuevo
ante un cuento, donde son narrados crudamente, sin descripción o casi, los
hechos más importantes, como así ocurre en mi libro que, si quisiera, mediante
ciertas licencias literarias y códigos narrativos pertinentes, podría
transformarlo en un solo relato largo, o cada relato en una novela complicada.
Un relato es por consiguiente una
novela condensada, porque dice más por lo que oculta que por lo que muestra.
Porque narra muchas cosas con pocas palabras.
Es por último difícil, porque para
elaborarlos no basta con conocer bien una lengua o una gramática. Es necesario
adquirir otras dotes que los teóricos llaman códigos narrativos consagrados,
como el código de las acciones (trama, intriga, desenlace), el de los
personajes (los reduje en tres actantes, sujeto/anti-sujeto/destinador, para
centrarme en eje del deseo y sus avatares), el de la diégesis (corta
descripción, focalización múltiple y niveles de lectura polifónicos), el cultural
(color local, descrito sin crítica ni evaluación moral), el retórico (estilo,
el mío) y el íntimo (relación autor-lector vista desde el psicoanálisis).
Tratándose de literatura hay que
aclarar un punto fundamental que me separa de los demás escritores.
Creo que el texto literario es
puramente imaginario, porque la ficción remite a las palabras y estas, a aquella,
y porque el relato nunca reproduce los hechos reales o vividos, sino que los
produce lingüísticamente. Estos solo son inteligibles gracias a las palabras.
De allí que en literatura todo es
cuento. Sería ridículo pues que un escritor se proponga fotografiar con palabras
parte del mundo natural e insista en que es real.
La literatura, como compromiso político
o crítica social, no tiene pues ningún papel en este contexto y sería ridículo
que lo tuviera algún día.
Retomando lo expuesto por Genette
acerca de la intransitividad de los discursos literarios, ya que no refieren ni
a los objetos ni a los eventos del mundo real y mucho menos si estos son
medidos con los parámetros pragmáticos, se podría concluir que el ejercicio de
imitación es prácticamente imposible, sobre todo si tomamos estos discursos y
aplicamos un análisis semiótico profundo a sus estructuras, segmentándolos de
tal forma que lo expuesto en ellos, tanto en lo explícito como implícito, quede
al descubierto… Creo que la diferencia definitiva entre literatura y realidad
reside en que cualquier realidad descrita con palabras deja de ser real y se
transforma en ficción. Lacan decía al respecto que la realidad tiene estructura
de ficción si las palabras fabrican esa realidad.
Un escritor de ficciones no tiene pues
derecho a instruir, ya que no es profesor ni educador; ni informar porque no es
periodista; ni reducir injusticias y barbaries porque no es político o
parlamentario; ni predicar porque no es teólogo; ni sanar, por no ser médico o
psicólogo.
Suscribo la idea según la cual la
ficción es el triunfo de la semiosis sobre la mímesis, donde la referencialidad
exterior es pura ilusión, donde cualquier posibilidad de representación solo
remite a figuraciones verbales presentes en el texto.
¿Por qué y para quién escribo?
Por muy extraño que parezca, escribo
para mí mismo porque me fascina ver hasta qué punto me puede transformar y
manipular la escritura. Aunque en el fondo me considero más lector que
escritor. Me leo incluso escribiendo. Porque leyendo uno aprende e interpreta
más que escribiendo. Y muchas veces
tengo la impresión de que se confunden
ambas funciones. Soy autor leyendo y
lector escribiendo. De allí la excitación que uno pueda sentir en ambas
situaciones. El poder de las palabras y el mundo al que estas te invitan bastan
para darte todas las emociones posibles.
Inicialmente fue una iniciativa de mis
compañeros de la AEMLE (Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua
Española). Me invitaron a participar con mi grano de arena porque el género
negro (y erótico) brillaba por su ausencia en nuestro grupo.
No soy ensayista ni historiador.
Tampoco pretendo, como lo hace por vanidad la mayoría, ganar cariño y
comprensión de la gente. Escribo, como ya lo dije, por una razón simplista: me
exorcizo, expulso demonios interiores.
¿Y por qué en español?
Escribir en español, para mí -y esto es válido también para mis
compatriotas- es el resultado de un
largo proceso lingüístico elaborado en bereber (mi lengua natal), en francés (mi lengua cultural y de imaginación) y en
árabe (mi visión poético-escatológica). El intelectual marroquí es políglota de
nacimiento. Y cualquier lengua es para él un mero medio de expresión de algo
mucho más importante. El texto y la historia están en español pero no la
narración y el discurso. El español es solo la forma, no el contenido.
Escribir para mí es en definitiva una
forma de exteriorizar ficticiamente el dolor y la miseria de la vida. Algunos
lo hacen contra el poder, otros por resentimiento, por fama o por lucro. Otros,
por lo que yo llamaría simplemente una
masturbación intelectual. Todos sin embargo presentan formas de realidad donde
el lector puede buscar lo que le interesa. En cambio, en mis modestos relatos
presento una ir-realidad (=ficción real) con una inequívoca intención: mostrar cómo con palabras (en este
caso, mis palabras) puedo hacer sentir cosas al lector, hacerle ver, percibir y construir juntos vidas y mundos
ficticios diferentes.
Para dejarlo claro, yo escribo para
distraer, entretener, encantar, impresionar mediante la belleza y la magia de
un lenguaje que he de mejorar y reinventar sin cesar, invitar al viaje y al
descubrimiento de otras culturas, sin suplantar a la historia, seducir, dar a
pensar e imaginar, provocar emociones en el lector, sin odio ni resentimiento,
sin arrogancia ni compromiso alguno, porque la literatura es, en definitiva, la
madre de la imaginación y la creatividad.
EL PRESENTE ISOENTRÓPICO
NUEVA GRAMATICAL PARA EL RELATO NEGRO
El relato y la historia en “Las manos que ven” tienen, como se sabe, dos
planos formales y dos de contenido, respectivamente. A nivel formal, los
presentes y perfectos simples constituyen el primer plano y los imperfectos y
compuestos, el segundo. Hay correspondencia narrativa, mediante anacronías,
solo entre el primer plano formal y el primer plano del contenido, aunque se
dan raras ocasiones donde el segundo plano formal puede subsumir concordancias
del primer plano de contenido. Pero no es posible a la inversa porque los
perfectos simples rechazan las recurrencias del segundo plano del contenido,
como, por ejemplo, el uso del pluscuamperfecto o el pretérito anterior frente
al indefinido o su empleo con los modos imperativo, subjuntivo y condicional,
más sus compuestos.
En mi relato Las manos que ven, que
pueden leer aquí en el Blog, intento superar estas restricciones presentando
una narración cuyo único tiempo es el presente pero no el indicativo ni
histórico ni el del discurso directo. Me propongo llamarlo isoentrópico, donde
una sola forma del verbo subsume los 4 planos, expuestos en monoplano. Sé que
en práctica no es posible porque "vivir" y "escribir" se
autoexcluyen. Sacrifico pues la verosimilitud para crear un doble simulacro: el
de incluir al lector en la historia narrada y al mismo tiempo darle
protagonismo en ella. Con este nuevo paradigma narrativo, intento, de hecho,
relacionar intrínsecamente la escritura con las artes plásticas
espacio-temporales (pintura, escultura, música y danza), o sea, lo verbal con
lo no verbal. Copio el concepto de las
ciencias exactas para aplicarlo en semiótica donde lo no verbal también
constituye un texto, un tejido, un lienzo donde se disemina el sentido en tanto
como una situación cuajada, fija, congelada y que solo el lector o el
espectador puede interpretar. Lo aplico también en psicoanálisis, para
asociarlo al concepto del Yo pulsional y subliminal. Simplificando, puedo decir
que con este adjetivo, el sentido producido por los sintagmas en un texto
tiende a permanecer constante, se coagula y, de cierta forma, queda en grado cero.
No se trata del grado de incertidumbre semántica que existe entre esos
sintagmas sino de la sensación de que todo termina en el instante mismo en que
se realiza la narración de la acción en la mente del lector. Es el efecto que
reflejan todas las bellas artes en la mente del espectador.
Isoentrópico (del griego: iso =igual y
entropía) indica el grado de desorden de un sistema que tiende a permanecer
constante, un sentido que rehúye cualquier labilidad. Como se ve, este presente
pulsional o subliminal está relacionado intrínsecamente con un sujeto que lo
interpreta, un Yo, el del lector o espectador que, por ello y sin saberlo, se
incluye en la historia que lee donde se transforman en protagonistas. En la
novela, el Yo explícito o ausente del autor o narrador es en realidad el Yo del
lector, quien activa el mecanismo de la narración del relato. Quien moviliza el
tiempo. El Yo permite que el presente isoentrópico sea eterno. Mi relato, en
este sentido, viene a ser un conjunto de cuadros donde el presente isoentrópico
sustituye a los pretéritos, los subsume y borra de modo completo para crear el
efecto citado.
Así, mientras que en una narración
tradicional, el lector observa en
diferido los acontecimientos narrados, en una narración isoentrópica, el lector
es otro actor del relato, un actante que participa en directo en el texto,
movilizando todos sus sentidos a nivel emocional y vivencial. Se encuentra en
la escena del crimen, a pesar suyo. Se identifica inexorablemente con el
villano o el héroe. Participa en la intriga. Sufre, goza y, en cierto modo,
muere. Su relación con el texto es pues instintiva y subliminal.
En mi relato intento hacer que los ojos
del lector no lean solo sino que toquen. Los ojos se mutan en manos para dar
lugar al tacto, sentir el deseo. Por otra parte, quiero que sus manos calquen
las de los personajes y se trasformen en ojos para visualizar escenas
particulares. Es lo que se llama en psicoanálisis visión háptica o arte de
producir contacto físico a través de la vista o contacto visual a través del
tacto. La mirada acaricia y goza y la mano ve e imagina. Lo auditivo u olfativo
también son percepciones hápticas. Cerrando los ojos, vemos mejor con los demás
sentidos gracias al concepto de "phantasme" (no tiene equivalente en
español) que significa visión alucinatoria o pulsión inconsciente pero real
para el paciente que realiza su deseo. El contacto pulsional (besos o caricias)
es más intenso. Esto crea un fuerte vínculo entre el lector y los personajes.
Diría que el lector ve la forma del texto pero toca su contenido, lo disfruta.
El placer del texto es inseparable del dolor que produce.
La protagonista de mi relato ve con sus
manos y las partes de su cuerpo porque es ciega. El único contacto que tiene
del mundo, incluso cuando resuelve el enigma del crimen, es táctil y
kinestésico.
En mi relato Perversión Secreta
(disponible en la Web), el lector asimila y comparte el vínculo sadomasoquista
entre el deseo del asesino de violar y la repulsa de la víctima. No lee sino
que ve, oye, olfatea y siente hápticamente cómo el asesino, en su incapacidad
de reprimir sus perversiones, secuestra a una niña para violarla y luego
asesinarla.
El presente isoentrópico permite a la enunciación coincidir con el
enunciado. En su simultaneidad. Como en una fotografía. Un sueño. Un paisaje
fijo. La realidad misma. Para Aristóteles el arte debe enfocarse en el
significado interno de las cosas, ya que este constituye la auténtica realidad.
Habría que añadir: y esta solo se concibe en presente isoentrópico.
Con la invención de la escritura, el hombre,
contrariamente a los demás animales, logra separarse del estado de
naturaleza y acceder al de la cultura. Lo hizo gracias a la lengua.
Y no hay realidad ni ficción alguna sin
palabras. Esta queda relegada en el contexto de la anacronía (analepsis y
prolepsis) y aquella, en el presente
isoentrópico. Aquí y ahora. Un
aquí/ahora que en definitiva absorbe los demás tiempos verbales. Hasta el
tiempo físico, sea astral o cuántico. El canibalismo gramatical ocurre también
en las galaxias, los agujeros
negros y en todos los seres vivos. El
presente pulsional, infantil y
milenario, anula la levedad o pesadez del ser y posterga su
obsolescencia.
La imaginación es una palabra. Esta
remite a otras palabras.
Somos palabras. ¿No se dan cuenta?
lunes, 3 de abril de 2017
TRADUCIR —DIJO