¿ESCRIBIMOS POR QUE ESTAMOS ENFERMOS?
¿Y cuáles son, en caso afirmativo,
los síntomas de esta patología?
A la pregunta de cualquier entrevista: ¿por qué escribe Ud.?, muchas respuestas corresponden a éstas:
- Para vengarme de mí mismo y de la realidad, como defensa propia;
- para mí es tan necesario como respirar. Es mi forma de ser;
- supongo que por necesidad, por insatisfacción y vacío existencial;
- por el penalti que fallé de pequeño. Para mí la literatura es una especie de evasión;.
- Es una manera de burlar la dureza de la vida;
- Me siento oprimido por una carga que deseo anular para conseguir alivio escribiendo;
- Por envidia. Quiero igualar a muchos…Superar a muchos…
- Me falta algo, me siento frustrado, inhibido, por eso escribo.
- Quiero ser famoso, alguien digno de admiración y de elogio.
La envidia, esta pasión intrínsecamente patológica, puede ser un síntoma general. Como sabemos, es el rasgo más natural y notorio de nuestra sociedad de consumo. Por envidia queremos ser valiosos, victoriosos e incluso superiores, comparándonos con los que ya lo son. La envidia funciona impulsada por un sentimiento de inferioridad, una frustración ante lo que nos fascina y desata nuestras ambiciones para superar nuestra situación que creemos mediocre. Es bueno tener modelos a imitar, envidiar con admiración y no odio. Pero en regla general el envidioso sólo espera alcanzar su objetivo, que es el de restaurar su Ego, valorar su autoestima.
Pero el problema es mucho más profundo de lo que declaran los escritores.
Según Freud, del inconsciente surgen misteriosas pulsiones (síndromes de Edipo, Narciso, Sade, el Totemismo, el Incesto, etc.) que pasan al consciente o aparecen en sueños, como fantasmas o imágenes, que al ser redactados, producen el texto literario.
Freud llamó esta producción: «La novela familiar del neurótico». El autor (el poeta) es “el sujeto inconsciente” de esta novela.
El análisis de cualquier relato, según esta visión, implica un estudio y un tratamiento de la neurosis del autor o paciente. Para Freud: «Todo escritor puede ser objeto de una psicobiografía crítica o interpretación del texto en función de la biografía del autor.
El psicoanálisis informa sobre el proceso de esta creación.
Freud compara la ensoñación a la creación artística. En su conferencia “El poeta y los sueños diurnos”, dice que «Los profanos sentimos desde siempre vivísima curiosidad por saber de dónde el poeta, personalidad singularísima, extrae sus temas y cómo logra conmovernos con ellos tan intensamente y despertar en nosotros emociones de las que ni siquiera nos juzgábamos acaso capaces. Las pulsiones insatisfechas son las fuerzas impulsoras de las fantasías y cada fantasía es una satisfacción de deseos, una rectificación de la realidad insatisfactoria. ¿Debemos realmente arriesgar la tentativa de comparar al poeta con el hombre que sueña despierto, y comparar sus creaciones con los sueños diurnos?». Freud concluye diciendo que el escritor “mitiga el carácter egoísta del sueño diurno por medio de modificaciones y ocultaciones y nos soborna con el placer puramente formal, o sea estético, que nos ofrece la exposición de sus fantasías”.
Para Freud son las «modificaciones y ocultaciones» las claves para entender la diferencia entre los sueños diurnos y las creaciones artísticas: el inconsciente para manifestarse a través del sueño recurre a la condensación y el desplazamiento insertando ideas en el lenguaje a través de la metáfora y la metonimia. Así trabaja el inconsciente del poeta.
El concepto de fantasía inconsciente o “phantasme” es fundamental en Freud. «Sabemos –afirma– que el sujeto humano emplea su fantasía para satisfacer aquellos deseos que la realidad deja incumplidos». Para Freud el sujeto del lenguaje de la literatura es el sujeto de una Tensión entre tendencias plurales y opuestas, contradictorias. Tensión que aparece como síntomas neuróticos en su texto.
¿Es el lenguaje pues un mero relato de una experiencia plagada de síntomas neuróticos?
De cualquier forma, al escribir noto personalmente que el que escribe no soy yo sino otro, una voz subterránea distinta de la mía. Es como si mintiera diciendo verdades (la ficción), imaginando situaciones vividas o no. E imaginar es entrar ya en la ficción. ¿En la esquizofrenia? Es como si soñara despierto, y en ocasiones, como si la ficción fuera más vivida y real que la realidad… ¿Neurótico?
Por lo menos, escribir es un medio para entrar en catarsis.
Freud define este concepto como "liberación" placentera, y entiende el goce catártico doblemente como " alivio en la descarga libre de tensión y como estimulación sexual. La catarsis está relacionada con la " abreacción" la cual consiste en la liberación de un afecto, que está unido a un recuerdo traumático, por medio de la descarga emocional. Se produce esta descarga mediante la hipnosis y la correspondiente verbalización de afecto. Esto define la relación sinonímica entre la estructura psíquica del hombre con la estructura narrativa : en ambos casos se trata de una novela universal donde el hombre " vive sufriendo", desde su infancia hasta la muerte intensos conflictos relacionados con el placer y el dolor, (Eros versus Thanatos).
En conclusión, y resumiendo ciertos teóricos del psicoanálisis, los principales mecanismos psíquicos que orientan la actividad literaria son la sublimación (transformar la pulsión sexual en una fuerza no sexual, de utilidad social y cultural ); la exteriorización del inconsciente mediante la fantasía y la imaginación; la ilusión o la ficcionalidad; el símbolo o la representación indirecta y figurada; el retorno de lo reprimido, proceso mediante el cual los elementos reprimidos tienden a reaparecer; la expresión artística (el poeta, según Freud, realiza una serie de "modificaciones y ocultaciones" que mitigan el carácter egoísta del ensueño y la fantasía y por otra "nos soborna con el placer puramente formal o sea estético , que nos ofrece la exposición de sus fantasías".
Ejemplos de modelos de
autores histéricos, neuróticos, paranoicos y epilépticos:
Se cita generalmente a Henry James, Dostoievski, Tolstoi, Poe y Hesse porque son autores bastante ilustrativos de las enfermedades mentales que han rondado la pluma de los escritores más portentosos que ha conocido la humanidad. Tal vez todos ellos estén contenidos en Shakespeare, o en los clásicos griegos, en las tragedias. Y en los libros sagrados, especialmente en la Biblia, reservorio de manías y anormalidades. Más aún, Jesucristo mismo a la luz del análisis fue un enfermo mental, un histérico, según la moderna ciencia psiquiátrica. Tal vez, como él, muchos niños crecieron bajo temores y sentimientos de culpa enormes, de una magnitud cual, que debían redimirse sintiéndose redentores de la humanidad. Es decir, histeria pura.
Todo el subjetivismo patético que habita en ese tipo de mentes, haciéndolos sentir el centro del universo, sujetos y objetos, pecadores y castigadores, llamados a limpiar la humanidad de las manchas que ellos mismos han pensado tener en su cuerpo que les atormenta el espíritu, la mente, y que desordena sus sentidos y los lleva a la alucinación y la hiperestesia. Por cierto, algo similar podría afirmarse de ‘líderes’ políticos de todos los tiempos, la mayoría, dictadores. (Cf. Mauricio Oter).