In memóriam.
La estructura narrativa de
“Un café céntrico”, de Mohamed SIBARI
Publicado en La Mañana.
23/07/1999.
Preámbulo
Se entiende por cuento un texto
referencial con desarrollos espacio-temporales. La unidad superior a la
proposición que en él se analiza es la secuencia narrativa, constituida al
menos por un grupo de tres proposiciones: dos atributos y un proceso de transformación
(medición) que permite dicha transformación. Para explicar estas secuencias
existen muchos métodos de análisis, pero creo que el que presenta Friedman,
completado por Brémond, es el más adecuado con respecto al cuento presente.
Ambos autores se inspiran en la Poética de Aristóteles.
1. Tipología del texto
Se trata fundamentalmente de un cuento
corto porque los acontecimientos se exponen de por sí solos (sin marcas
autobiográficas) y porque predominan el indefinido y el imperfecto de
indicativo, tiempos de la historia. El primero es perfectivo porque da comienzo
y fin a los acontecimientos y el segundo, imperfectivo, por describir sucesos
duraderos en curso de realización. En cuanto a los demás tiempos, presente,
futuro y uso del subjuntivo, inauguran el discurso y fundamentan la
enunciación. Historia y discurso se entremezclan pues en este texto para crear
un mundo posible donde evolucionan unos personajes problemáticos que, desde el
principio, no dejan indiferente al lector.
M. Sibari narra acontecimientos pero al
hacerlo se enuncia escribiendo y en su escritura hace que otros individuos,
creados por él, se anuncien: todo parece como si el autor fechara los sucesos
que narra (proyectándolos sobre la escena textual) y remitiera indirectamente
personajes y lectores a la cronología supuesta del universo narrado.
El narrador es extradiegético, por ser
ausente del relato y omnisciente, por manipular todas las transformaciones
narrativas. Así, la focalización es a la vez absoluta porque remite a un lugar
concreto llamado Un Café Céntrico y relativa por inscribirse en el enunciado y
en la enunciación.
2. Procesos de narración
- El argumento. Trata del implacable
cinismo e insoportable maledicencia de unos funcionarios maleducados que pasan
gran parte de su tiempo a criticar a los demás.
- La trama. Estos funcionarios
(son cuatro) se citan en un café céntrico para denigrar y hablar mal, no solo
de la gente, sino de ellos mismos.
Aparece un quinto personaje e intenta poner fin a este estado de cosas.
3. El título del relato
Es el determinante "un" que
introduce el sustantivo /Café/ en el discurso. Con este indefinido, el narrador
parece como si no quisiera dar una pista concreta al lector: el lugar de la
narración aparece como otro cualquiera, siendo céntricos muchos cafés. Pero el
adjetivo /céntrico/ encierra a la vez una calificación y una denominación:
indica un lugar céntrico donde se eleva un café y un lugar llamado “café
central”. Pese a la indeterminación del artículo, el adjetivo, además de
calificar, connota, y es lo que ocurre en el título. La connotación, siendo
extralingüística, brinda pues un saber suplementario al lector. Así, deducimos
que “un café central” no es sino el emblemático café central de Larache.
El título siempre sirve de enganche y
de aperitivo, ya que es al lector a quien se pone en el punto de mira: si es un
lector inteligente comprenderá e intuirá a través del texto que algo insólito
sucede en "Un café céntrico". El título inaugura y marca pues el
acceso a la enunciación narrativa.
4. Los deícticos
Los Deícticos son las palabras que se
interpretan en relación con la situación de comunicación. Los deícticos
necesitan que se muestre de algún modo a qué se refieren. Si se usan oralmente,
puedes indicar o mirar aquello de lo que estás hablando.
El narrador nos introduce en un mundo
con un tiempo propio: todas las tardes, después de la oficina, y todas las
mañanas de los días festivos, unos “amigos” se encuentran en un escenario
concreto (el emblemático café central de Larache), para entregarse a una tarea
precisa: calumniar.
El espacio constituye una isotopía
global que remite anafóricamente al título del cuento. El café central es un
deíctico espacial porque permite la organización de la posición del cuerpo o de
los cuerpos de los actantes.
El tiempo, en cambio, implica deícticos
que toman como origen el momento en que los actantes hablan, momento que
corresponde al presente de indicativo. Es decir el momento de la enunciación
coincide con un "yo" que lo instituye.
Por ejemplo, cuando el primer
funcionario dice:
/A mí siempre me gusta tener el congelador lleno/, distinguimos tres
aspectos, a- el pronombre personal, b- el
predicado, c- el tiempo usado.
Al analizar decimos que si la presencia
del sujeto se lee en a-, el tema de su enunciación, se lee en b- y c-.
5. El proceso verbal
Por falta de espacio, renuncio a
exponer el proceso verbal vigente en el cuento, pero sí recordaré al menos su
funcionamiento, completando lo que dije arriba.
El indefinido es causal, ya que el
conjunto de las acciones narradas son solidarias y dirigidas (R. Barthes) hacia
un desenlace. Es perfectivo y postula la ausencia de la primera persona:
/le ayudaron, le buscaron alojamiento, lo avalaron/,
/Les ofreció dinero, les dijo, se fue, todos pagaron, etc. /
El imperfecto. Se llama así porque no
es apto para plasmar la cronología enunciativa ni permite a él solo narrar los
acontecimientos. Sirve más bien de decoro y comentario. Es un tiempo falso en
el momento cero de la enunciación.
El perfecto. Los procesos están
desunidos por expresar una fase en el pasado y la otra en el presente. El
pretérito perfecto es, en realidad, un presente. Cuando el protagonista dice:
/Mi hijo me ha enviado este giro/, el interlocutor puede aún ver ese giro
en directo.
El presente. Es el tiempo del discurso
por excelencia porque coincide a la vez con el momento de la enunciación y con
los enunciados de los actantes.
El esquema semiótico siguiente lo
explica con claridad:
Estando en el café. |
Fuera del café. |
Narrar en pasado. |
Presente |
Perfecto |
Indefinido |
Imperativo |
Subjuntivo |
Imperfecto |
Futuro |
Condicional |
|
Las secuencias del cuento (presentación,
trama y desenlace) son elaboradas con una fría metodología dramática: los
personajes evolucionan según los procesos narrativos y la intriga es llevada a
cabo mediante el engarzamiento de tres historias paralelas: la que se
desarrolla en el café, fuera del café y las que giran en torno al pasado y al
futuro.
6. Los personajes
Algunos dirán que son de papel, pero
remiten mayormente a verdaderos personajes estanciales y no gramaticales porque
son seres determinados y porque tienen papeles decretados.
Para decir "yo”, hace falta tener
un cuerpo y una conciencia, es decir, ser a la vez tiempo y espacio y sufrir
cambios. En esto radica la noción de personaje. Cuando digo "yo”, hay que
distinguir dos aspectos diferentes: el individuo que habla y el enunciado que
le hace hablar y que habla de él. Al decir "yo", uno se instituye en
vida; y al decir “tú", el que lo dice instituye en vida a otra persona.
Solo "yo" puede decir "tú” y vive versa. Y es esta interlocución
que Sibari expone magistralmente en su cuento: el locutor, al interpelar al
interlocutor, al mismo tiempo que le da vida, se instituye él mismo en un ser
consciente, o sea, hace posible, a través de tres palabras (yo, tú, él) un
mundo verosímil donde ciertos individuos actúan deliberadamente en virtud de
ciertas intenciones que aclararé más adelante.
El texto literario no es un mensaje
absoluto y claro, sino un dispositivo ritualizado donde son distribuidos
papeles puntuales programados con intenciones precisas.
7. La modalización narrativa
La modalidad es la expresión de la
subjetividad en el texto. Se puede detectar de varias formas: con la
entonación, el gesto o la mirada, la puntuación, el estilo directo o indirecto,
la ironía, la polifonía.
Por falta de espacio, hablaré solo del
uso del adjetivo.
La categoría adjetival interesa el
análisis sintáctico (cohesión textual), pero a nivel semántico (coherencia
textual), el adjetivo "subjetiviza" los procesos de la enunciación.
Es lo que se llama la modalización.
En el cuento de Sibari la deriva
isotópica prefigura unilateralmente un mundo de degradación moral porque, salvo
el nuevo funcionario en llegar, todos los demás tienen como preocupación básica
blasfemar, difamar y burlarse de sus semejantes. El cinismo logra su remate por
ser los protagonistas funcionarios de estado y no gente ordinaria. Solo el
adjetivo los califica porque, por razones que explicaré abajo, el autor
renuncia a nombrarlos.
El primer funcionario es descrito
pródigo por él mismo pero avaro por los demás; el segundo, honrado según él y
su hijo pero indecente, según sus colegas; el tercero, honesto/deshonesto; el
cuarto, valiente pero mujeriego, llorón y mentiroso. Solo el nuevo funcionario
parece ser idéntico y auténtico, educado, pulcro y generoso.
8. La intertextualidad
Esta profusión de adjetivos antagónicos
(antinomia) perturba la lectura. Los artículos indefinidos y ciertas alusiones
siembran la confusión. Algunos personajes delegan sus opiniones a otros
individuos ausentes. Es lo que se llama la intertextualidad: cualquier texto o
enunciado es el resultado de varios textos transformados. Su función es crear
la ambigüedad.
Don Quijote, por ejemplo, para no
comprometerse, en vez de decir: "no creo que el diablo exista",
decía: "Fulano de tal no cree que…" o "Mengano me ha dicho que
no cree que el diablo...".
El estilo indirecto, en vez de
recuperar fielmente la anunciación del primer locutor, cambiando solo los
deícticos, hace que el segundo locutor altere completamente el discurso y
presente una realidad contraria, como en los adjetivos ya citados.
¿Por qué quiere el autor sembrar la
indeterminación en la mente del lector? ¿A quién defiende? Si no quisiera
comprometerse, habría hecho como Don Quijote. Si quisiese defender al quinto
funcionario, lo habría hecho explícitamente.
¿Entonces?
Una lectura profunda revelará que
existen indicios en el cuento que muestran una verosimilitud: lo que se dice en
el estilo indirecto resulta ser más verosímil que lo que se dice en el estilo
directo.
Normalmente las cosas suceden así:
Estilo directo: /Me
gusta tener el congelador lleno/, dijo.
Estilo indirecto: /Dijo que le gustaba
tener el congelador lleno/.
Pero en el cuento de Sibari las cosas
se presentan con más complicación: en el estilo indirecto los signos
lingüísticos se invierten por completo.
Lo que dice un funcionario lo
desacredita otro por completo:
/Compré muchas cosas en el mercado/,
/Pero si este muerto de hambre solo come sardinas/.
/Mi hijo me mandó un giro/
/Pero si su hijo no trabaja/.
/Encontré una cartera al ir a rezar/
/Pero si nunca entró en una mezquita. En cambio, come carne de cerdo y se
emborracha/
/Aquella mujer está loca por mí/
/Pero si fue ella la que lo rechazó/
En el estilo directo, en regla general,
un individuo se presenta como locutor de su enunciación.
En el estilo indirecto, este individuo
se ausenta y su enunciación es desvalijada por otro locutor quien se encarga de
reproducirla fielmente, cambiando solo los deícticos, que pierden su aspecto
funcional. En cambio, en el caso del cuento de Sibari, la situación es
totalmente diferente y hay que reconocer que el autor ha innovado mejorando
este registro: aquí los personajes se denuncian y desmienten lo que avanzan, no
en cara de cada uno, sino a espaldas, cada vez que se ausenta uno de ellos,
creando así una situación altamente interesante, porque los personajes, en este
caso insólito, muestran ser lo que no son, o sea, falsos, y al ser así, tienden
a menospreciar a los demás y a menospreciarse a ellos mismos.
Sin entrar en detalles, he aquí un gráfico, copiado del corpus de Greimas, donde he intentado plasmar sus caracteres:
Resumiendo:
- Las flechas horizontales indican los
contrarios.
Donde /Ser y parecer/ equivale a /Autenticidad/:
uno es lo que parece y parece lo que es.
(Es el caso del quinto funcionario)
Y donde /Parecer y no ser/ equivale
/Mentira/
- Las flechas oblicuas indican los
contradictorios: muestran escenarios de paranoia, esquizofrenia y la
irrealización del ser.
9. El narrador omnisciente
En el relato de Sibari, el que narra
los acontecimientos no aparece en el texto y no deja ninguna huella para
delatarse. Sin embargo, gracias a él, sabemos más cosas sobre los personajes
que ellos mismos.
Es el narrador omnisciente. También es
extradiegético por estar fuera del cuento. Su función es describir los hechos a
su modo, y hasta se inmiscuye en la intimidad de los personajes y actúa en su
lugar. Lo hace gracias a lo que se ha llamado últimamente el discurso indirecto
libre o DIL. Se podría creer que es una mezcla del estilo directo e indirecto.
Sin embargo hay un matiz: el DIL disocia ambos actos de los dos estilos y borra
la autonomía de los nexos del estilo indirecto. De hecho, se apoya en una forma
peculiar de intertextualidad: la polifonía. En lugar de una voz directa o
diferida en el enunciado, aparecen voces múltiples y entremezcladas donde nadie
se responsabiliza por la enunciación: en lugar de la primera persona, el texto
utiliza la tercera o el pronombre impersonal. Como en El Quijote: "dicen
que, se dice que...", "un grupo de funcionarios cínicos piensan
que…", "el quinto funcionario dice que…". En el relato de Sibari
no hay ningún nombre ni pistas para identificar cosas y personas, incluso hasta
las opiniones que exponen los personajes (si se lee bien el cuento) parecen
pertenecer a otros personajes ausentes y fuera del texto.
¿Por qué tanta ambigüedad? ¿Qué se
propone el autor al actuar de esta forma?
El DIL es utilizado para restituir la
realidad social y elaborar un cuento riguroso gracias al valor estético que el
autor funda en la fuerza de la lengua y en las normas literarias: por el sesgo
del DIL, el autor otorga la libertad y el derecho de existir al narrador
(identificado como el quinto funcionario).
El DIL le permite expresarse fuera del
texto, fantasear y ser testigo de los hechos sin atraer la atención de nadie ni
comprometerse. Es el ordenador del texto: tiempo y espacio, personajes y
situaciones, todo depende de su decisión de ordenar o no el escenario, de parar
o no la acción, de dar fin o no a la narración.
10. La diseminación argumentativa
La teoría de los actos de lenguaje está
en el centro de las investigaciones científicas que se llevan a cabo en la
pragmática. Estipula que cualquier acto de lenguaje tiene como objetivo cambiar
o alterar la actitud del oyente, ordenándole hacer o no cosas, impidiéndole o
no otras. Si el oyente reacciona, se abre la polémica o la argumentación.
En el relato de Sibari, se puede
destacar tres actos de lenguaje específicos: los ilocutorios (cuando los personajes
cumplen algo diciéndolo), los locutorios (la forma que utilizan para expresar
lo que dicen) y los perlocutorios (los efectos, negativos o positivos que
provocan en el interlocutor y en el lector).
El cuento presenta claramente estos
actos de lenguaje: el locutor expone un hecho (compárese las frases citadas) de
una forma argumentativa porque quiere convencer y a la vez "impactar"
al interlocutor. Justifica su aserción. Cada uno de los cuatro funcionarios
actúa de esta forma. Pero tan pronto como terminan sus frases declarativas, los
demás interlocutores pasan al ataque: en vez de confirmar los hechos de sus
colegas, los desmienten simplemente, pero con argumentos fidedignos y
aplastantes.
Sibari muestra magistralmente que la
lengua es a la vez expresión y actuación, lenguaje y acción. El texto acaba, en
efecto, con un acto a la vez perlocutorio e ilocutorio: cuando el quinto
funcionario concluye:
/No me voy porque temo que habléis también mal de mí/
Podría haber censurado abiertamente a
sus colegas, haberles reprochado su cinismo en la cara. Sin embargo, por ser
educado y reservado, prefirió condenar
dicha actitud utilizando la tangente de la broma, asociando el reproche al
proceso de la micción. Este acto perlocutorio es sumamente pedagógico porque,
por muy torpes que sean sus colegas, todos entendieron, aún con la sonrisa en
la boca, que su actitud (la de ellos) es indigna, desleal e imperdonable.
CONCLUSIÓN
Es un cuento logrado porque en él se
dan todos los ingredientes que exige este género, con sus implicaciones
referenciales adecuadas y pertinentes: la condena de una clase de individuos
que, en vez de ser útiles a su familia y a la sociedad, pierden gran parte de
su tiempo chismorreando y difamando a sus semejantes en un café céntrico. Hay
condena porque el quinto funcionario, que llega de otra ciudad, les da una
lección de moral y de buena conducta. Cambia su estado psíquico al
desenmascararlos y mostrarles su verdadera naturaleza (la de unos viles
charlatanes) y los invita pedagógicamente a reprobar su actitud.
Hay en este cuento un estilo simple
porque lo exige el contexto, pero nítido y riguroso, una imaginación abrumadora
y una poesía que pocos logran exponer en este género narrativo.
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